El accionar ofensivo de Washington con su aparatoso despliegue militar en mares del Caribe resulta similar al acecho de tiburones sedientos en la zona. Sus actos agresivos muestran un modus operandi ilegal

El accionar ofensivo de Washington con su aparatoso despliegue militar en mares del Caribe resulta similar al acecho de tiburones sedientos en la zona. De ahí la repulsa mayoritaria de los países de la región y el mundo, hastiados de pretextos para intervenir en los asuntos internos de naciones soberanas.

La reciente declaración del gobierno y pueblo cubanos sobre la amenaza que se cierne sobre Venezuela se basa en la historia y tradición de la política imperial y agresiva del gobierno de los Estados Unidos que una vez más se orienta al incremento de medios y efectivos militares en el Mar Caribe, empleando sus equipos ofensivos, como otrora hicieron los piratas que surcaban nuestros mares.

Estos prepotentes movimientos de la Casa Blanca contribuyen a desenmascarar la hipócrita, falsa e irresponsable estrategia de la administración que preside Donald Trump que trató de presentarse ante la opinión pública internacional como fomentador de diálogo y paz, cuando en verdad lo que promueve es el intervencionismo y la injerencia en otras naciones, vulnerando la autodeterminación de los países.

El modus operandi de estos gendarmes ilegales en el Caribe es primero atacar, asesinar, y si acaso no es un falso positivo, quizás después investigar el origen de los ultimados, sin antes presentar pruebas convincentes y llevarlos como corresponde, (en caso que realmente fuesen delincuentes o narcotraficantes), ante el sistema judicial como precisa cualquier proceso jurídico no plegado de fake news y orquestadas provocaciones.

De igual manera las campañas mediáticas de desinformación contra todas las naciones que no comparten la ideología de EE. UU muestran la falta de voluntad política de la administración norteamericana de sustentar relaciones diplomáticas, armónicas y de comercio reciproco de forma justa y equilibrada con otros pueblos.

Bloquear, sancionar, instrumentar medidas de penalización con altos aranceles y chantajear que es parte integral de la estrategia de Washington, aleja las posibilidades de que la inmensa mayoría de la comunidad internacional pueda aceptarlo como un Estado confiable, justo y no quebrantador de la soberanía e independencia del resto de los países.

Una de las mayores vergüenzas que hoy envuelven a la Casa Blanca en el contexto actual es el apoyo al genocidio de Israel contra Gaza lo cual ha desacreditado profundamente su cacareada imagen de “respeto a los derechos humanos”. Mas de 63 mil asesinados es el record infame de Tel Aviv y no frenan la barbarie por el veto grosero en el Consejo de Seguridad de la ONU de Washington para parar ese holocausto, y ello a pesar de la abrumadora mayoría de los países de las Naciones Unidas que demandan el fin de la barbarie, y el reconocimiento del Estado Palestino con igualdad de condiciones que Israel.

Utilizar entre otros pretextos la burda declaración de que Venezuela es una amenaza para la seguridad nacional de EE.UU., sino fuera un absurdo intencional, parecería una broma de mal gusto. No hay un solo detalle que indique eso, y Caracas no tiene historia de intervencionismo ni de desplegar efectivos y bases militares en otros territorios como acostumbra Washington, por lo que resulta tan insólito y desatinado, como decir también que Cuba, la víctima del terrorismo orquestado desde el sur de la Florida, durante décadas, es patrocinadora de ese flagelo, cuando los verdaderos terroristas como los fallecidos Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, y muchos otros que todavía organizan grupúsculos armados y entrenan mercenarios bajo la egida de Washington, han sido cobijados por Estados Unidos.

Esa política exterior no solo es irracional, carece de sensatez y argumentos serios, lo cual representa una estrategia inmoral y de poca credibilidad para el autodenominado “paladín de democracia y derechos humanos” de Occidente.

El mundo precisa de gobernantes responsables que aposten a la paz y al fomento de las relaciones justas y armónicas entre naciones, y no generen divisiones, odios, ni guerras que traen consigo muerte, destrucción y caos.

Aixa Alfonso Guerra

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