Washington con su accionar prepotente y desacertada política exterior continúa degradando su imagen de “paladín de democracia y derechos humanos”. Y muestra, además, un profundo desdeño hacia los países del mundo, hasta con sus aliados, a los cuales les impone altos aranceles comerciales y condiciona aportes de presupuestos para la permanencia de la Organización del Atlántico Norte, OTAN, además de demandarles seguir los designios de Washington, aunque ello afecte el desempeño en sus países de políticas sociales y económicas, aspecto este que ya se vislumbra con la Unión Europea, y también con otras naciones.
Entre los aspectos que más inciden en el menosprecio de la Casa Blanca hacia otros países soberanos e independientes se ubican; los exacerbados aranceles, la política de deportación masiva de migrantes, las listas espurias de Washington decidiendo a su antojo y capricho quienes no actúan contra el narcotráfico, o contra el terrorismo, además aplica bloqueos y sanciones a naciones de forma arbitraria vulnerando soberanías nacionales, a lo que se suman peligrosos despliegues de efectivos y medios bélicos en aguas del Caribe, y en otras latitudes inundando el planeta de bases y efectivos y medios militares, poniendo en riesgo la paz de varias regiones. A ello se añaden otras medidas y acuerdos dictaminados por el gobierno estadounidense que resultan intromisión en asuntos internos de otros Estados.
Pero lo más horripilante presente hoy en la administración que preside Donald Trump es su incondicional apoyo al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, en su cruzada genocida contra la población palestina en Gaza. Esa actitud de cómplice de un genocidio tan brutal como el que allí acontece aleja a Norteamérica de los principios fundacionales de su nación, Constitución, y particularmente de los postulados refrendados por la Organización de Naciones Unidas, único ente internacional para rectorar las relaciones y evitar conflagraciones y holocaustos como el del nazifascismo en el pasado siglo, aunque muy similar con el desarrollo de lo que sucede en Gaza actualmente con la invasión y ocupación israelí, exterminando personal civil, bebes, niños, y ancianos.
Si Washington cambiase su política exterior y se preocupara más por solventar sus problemas internos, y no inmiscuirse en los de otras naciones, de seguro ese país y el resto del mundo serian más seguros, y podrían juntos progresar más, viviendo en paz y con relaciones armónicas e intercambios de conocimientos, sean culturales, científicos, educacionales, comerciales, o académicos en general, entre otras bondades que potenciaría la buena vecindad entre los pueblos.
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