El Departamento de Estado que preside el anticubano Marco Rubio (personaje comprometido con la mafia cubanoamericano miamense) sigue demostrando su incapacidad ante la comunidad internacional, al ser la antítesis de un diplomático, y arrastrar a Washington a cruzadas de repulsa mundial por su estrategia de quebrantar la neutralidad refrendada ante eventos y olimpiadas internacionales.
Los ejecutivos y directivos del Deporte a escala regional y mundial observan atónitos cómo el gobierno norteamericano vulnera los principios y reglas establecidas para los países sedes que se responsabilizan con la asistencia y buen desenvolvimiento de cada evento en desarrollo. Desde otrora estos encuentros han estado orientados a fomentar el espíritu de competencias en condiciones justas, sanas, sin politización ni segregación alguna, razones ajenas al ánimo que debe prevalecer en el Movimiento Deportivo Mundial.
Las próximas Olimpiadas previstas en Los Ángeles para el 2028 peligran en un escenario con sentido discriminatorio como el que se constata en los EE.UU.
¿Hasta cuándo pueden aceptar y silenciar los disparates de ese Departamento de Estado, los organizadores, patrocinadores y participantes de esos cónclaves?
Ese país de “democracia selectiva” no puede seguir decidiendo a conveniencia, a qué atletas (aunque sean ligas de menores) les da visa, y a cuáles no. ¿A qué temen?
Esas prácticas de asedio instrumentadas por Washington siguen alejando los propósitos enarbolados durante siglos por el Olimpismo Mundial. Lo que acontece actualmente con la sistemática negativa de visas a cubanos no es más que un aspecto de la madeja de leyes y disposiciones aprobadas contra la Isla para complacer al auditorio de Rubio (hoy en menoscabo por su apoyo a la cruzada migratoria), el mismo que considera haber sido traicionado por su activa participación en deportaciones masivas y creación de cárceles carentes de condiciones humanas.
Los cubanos, a pesar de las estrategias colonialistas aplicadas por Washington en pleno siglo XXI continúan su preparación en todas y cada una de las disciplinas que representaran dignamente a la nación caribeña en cualesquiera otros espacios.
Y aun en las complejas condiciones de entrenamiento, muchas veces con escasez de medios y recursos por el abominable cerco económico-financiero impuesto, injustamente, por la Casa Blanca, los deportistas cubanos seguirán en los escenarios internacionales demostrando sus habilidades y bríos competitivos, con, o sin la anuencia del señor Rubio y su camarilla de odiadores y frustrados. Además, pueden verles como profesionales en varias Ligas extranjeras, también como especialistas y profesores en disimiles disciplinas deportivas.
Así mismo en la nación caribeña el deporte es derecho del pueblo, y existe tradición de participación popular en los barrios y comunidades, desde la base continúan destacándose nuevos talentos que enriquecen los movimientos. Los centros escolares en cada uno de los niveles educacionales de la Isla tienen garantizada la importante asignatura de práctica deportiva, de ahí salen los futuros campeones, orgullo de la Patria.
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