El accionar del gobierno de los Estados Unidos contra Cuba no solo vulnera el derecho internacional, es además inhumano y rebasa las fronteras de esta era de civilización.

¿Cómo reaccionarían los ciudadanos estadounidenses, sus familias y amigos, si otro país, una administración foránea, decidiese asfixiarlo vulnerando sus más legítimos derechos de supervivencia y desarrollo?

La inmensa mayoría del pueblo cubano repudia hoy ese abominable asedio impuesto de forma obcecada, arbitraria y por complacencia a grupos contrarrevolucionarios cobijados generalmente en el sur de la Florida. En esta zona, fundamentalmente en Miami, desde hace más de seis décadas se ha constituido una mafia con carácter lucrativo la cual no solo desde entonces viene dañando a la Isla, sino que también afecta con creces los intereses del propio pueblo norteamericano que ha dado muestras de aspirar a relaciones de buena vecindad con La Habana, y hacer negocios mutuamente beneficiosos para las partes.

Sin embargo, la ceguera política de la Casa Blanca no le permite discernir sobre lo que más importa a sus ciudadanos, a esos millones que ven en Cuba un mercado próximo, y particularmente seguro, donde no pululan por las calles bandas y grupúsculos armados asesinando niños y jóvenes en escuelas, ni tampoco existen narcotraficantes o capos de las drogas enfrentados a otros grupos extremistas, como ocurre en otras partes del mundo.

Así mismo, los que visitan la Mayor de las Antillas sienten satisfacción por la hospitalidad y buena vibra de los cubanos, su alegría y optimismo (aun en un complejo contexto de dificultades) por vencer los problemas y múltiples carencias que cotidianamente vive la población, ante el vil recrudecimiento de un bloqueo que ya califica como genocida por su profundidad y extraterritorialidad. Este último aspecto sigue menoscabando soberanía de otras naciones y le provoca a su gestor, Washington, no pocos rechazos, incluso de aliados que cada año en sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, ofrecen su voto al levantamiento del bloqueo, por considerarlo injusto, criminal y violatorio de los principios de la Carta Fundacional de la ONU.

A pesar de las políticas unilaterales de EE.UU., sus excesivas sanciones a decenas de países del orbe, la vertiginosa subida de aranceles a productos, incluso de sus socios, las cruzadas anti inmigrantes desatadas por su presidente Donald Trump, los escándalos de corrupción e inmoralidad que salpican hoy a personajes de las elites de poder en ese país y que son virales en redes sociales, están reorientando al mundo hacia otros estándares de vida más dignos, justos y solidarios. Y al mismo tiempo muestran la inoperancia del sistema que por siglos se ha autoproclamado “defensor de derechos humanos y democracia”.

¿Qué democracia se visualiza hoy en Norteamérica?

La del incentivo a la carrera armamentista, de represión contra las minorías, los afroamericanos, los migrantes, la política de garrote contra todo lo que se oponga a los designios ante grupos de poder, incluyendo la promoción de sanciones y penalizaciones a naciones que no comparten esa “democracia occidental”, la misma que apoya genocidios tan repugnantes y crueles como los que se ejecutan contra la población en Gaza y palestinos en general.

No se acaba de dar cuenta la administración Trump que el mundo ha cambiado, los BRICS son solo un aspecto de las transformaciones en curso, la era de los emperadores pasó, los pueblos se integran y batallan por un orden económico internacional verdaderamente justo y que brinde bienestar a todos, sin distinguir raza, credo, clase ni origen de cualquier índole.

Los cubanos viven grandes vicisitudes a causa de ese asedio imperial y su férrea campaña de mentiras y fomento de odio y violencia, pero esas acciones demuestran que la nación caribeña está en el lado correcto, y su noble pueblo resiste, y trabaja con ahínco por vencer ese irracional bloqueo, y confía en la fortaleza de la unidad frente a las adversidades y abusos del Goliath de estos tiempos.

El terrorismo en cualesquiera de sus manifestaciones tiene que cesar, Washington bien conoce y sus agencias de seguridad e inteligencia donde radican los verdaderos terroristas. Cuba les ha brindado listas convincentes de quienes tienen en esa condición y radican en Estados Unidos. Si realmente el gobierno, Congreso de EE.UU. quieren demostrar su compromiso en la guerra contra ese flagelo, deben comenzar limpiando su casa.

La humanidad confía en que más temprano que tarde se impondrá la verdad y el sentido de justicia en ese país que cuenta con un pueblo que ha sabido también vencer otras barrabasadas de administraciones norteamericanas como acabar con la criminal guerra contra Vietnam, y hoy lo expresan a través de manifestaciones en contra de los genocidios en el Oriente Medio y frente a las medidas anti inmigrantes y apertura de tenebrosas cárceles, como Alcatraz.

Levantar el bloqueo a Cuba seria para Washington un gesto de justicia y moral, sin precedentes en este contexto del siglo XXI. Pero además un acto valiente ante un lobby miamense con representantes oportunistas y cercanos ahora a Trump que se arrastran y ladran, según las corrientes de cada una de las administraciones de turno en la Casa Blanca.

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