El accionar actual del gobierno de los Estados Unidos con relación a los migrantes dista mucho del contenido de los principios y postulados de la Carta de las Naciones Unidas, y también de la proyección internacional que Washington ha intentado transmitir a partir de la II Guerra Mundial y la denominada Guerra Fría, autoproclamándose “Paladín de la democracia y del respeto a los derechos humanos”.

Los acontecimientos actuales denotan todo lo contrario a esos fundamentos enarbolados por la Casa Blanca desde la pasada centuria. Históricamente esa nación ha promovido ante el mundo, “el sueño americano con bienestar y posibilidades para quienes alcanzasen llegar a sus fronteras”. 

A través de Hollywood, agencias, medios de comunicación e incluso Organizaciones No Gubernamentales bajo la égida de Washington han contribuido a ese propósito.

La principal fuerza de trabajo en los campos, la construcción, los servicios en general y otros ocasionales, está cubierta por ciudadanos que han emigrado de sus países por múltiples razones, (fundamentalmente económicas al proceder de naciones del Sur expoliadas, antiguas colonias, o victimas de políticas neoliberales salvajes que han agudizado las desigualdades, la brecha entre ricos y pobres).

A ello se suman las campañas mediáticas insertadas en importantes medios y redes sociales con propagandas a favor del modo de vida occidental, particularmente la que desarrollan los centros de poder desde Estados Unidos.

Pero también las maquiavélicas estrategias de acoso, bloqueo y sanciones a pueblos de la región latinoamericana y caribeña, (con el fin de asfixiar sus economías) contribuye a que mayores niveles de pobladores emigren en busca de mejorar la situación económica de sus familias expuestas a esos vaivenes imperiales.

Sin embargo, los llamados “paladines de derechos humanos” logran records de vulnerarlos, hoy miles de personas llegadas a EE.UU. por diversas vías, pero con igual propósito, el de cumplir sueños de alcanzar el tan cacareado bienestar made in USA, son despojados brutalmente de sus derechos, deportados sin contemplación o juicio legal alguno.

Y esos ciudadanos no solo son trasladados a sus países de origen, sino lo que es peor, (y agrava el quebranto a los derechos humanos de hombres y mujeres de carne y hueso, de seres humanos), es el tratamiento salvaje dado a estas personas cuando sin previo aviso ni siquiera información veraz a ellos y a sus familias, los envían a cárceles de alta seguridad en El Salvador y a la desprestigiada Base ilegal de Guantánamo, territorio ocupado al pueblo cubano, y cual ha sido empleado durante años, para torturas y desplazamientos forzosos.

Ante ese escenario la comunidad internacional muestra preocupación y rechazo por la manera en que se enfrenta la avalancha migratoria por la administración actual de Estados Unidos que preside Donald Trump. Nadie, tiene derecho a criminalizar a todos los emigrantes, menos aún, tratarlos como animales.

Las imágenes que se constatan en medios de comunicación son impactantes y repulsivas de cómo van esposados y despojados de sus pertenencias, personas con rumbos desconocidos para ellos y sus allegados, sin procesos judiciales anteriores.

Esta situación está acarreando serios problemas a varios países por la arbitraria e injusta manera que se viene manejando el sensible asunto. Pero también daña a EE.UU., y no solo su imagen internacional, sino a su economía y conciudadanos, con negocios y actividades esenciales que han perdido importante mano de obra, y generalmente barata, como solían emplear a los migrantes. Lo parecido a una” limpieza étnica” es lo que se percibe en la Norteamérica del presidente Trump y el señor Marco Rubio, este al frente del Departamento de Estado.

El Congreso de los Estados Unidos y la Casa Blanca deberán reflexionar sobre las absurdas medidas emprendidas, la cacería de brujas contra los emigrantes no es una opción racional. Todo lo contrario, puede acarrear graves consecuencias a lo interno, y externo de Washington.

La emigración debe ser ordenada, controlada, pero exenta de chantajes, politización, y abusos. Emigrar es un derecho humano que data de décadas de civilización y esta refrendado por la ONU y las constituciones de la inmensa mayoría de las naciones del mundo.

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