La Organización de Naciones Unidas (ONU) conmemora cada 24 de marzo el Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y la Dignidad de las Víctimas. Este día es propicio para alertar a la comunidad internacional sobre hechos que por sórdidos intereses de poder laceran los derechos humanos de millones de personas en el mundo.
Lamentablemente, a pesar de esta centuria concebida para el cumplimiento de denominadas Metas del Milenio y la búsqueda de desarrollo sostenible para las naciones que conforman la ONU, existen violaciones graves de la paz con actos guerreristas y lesivos de la dignidad, solo comparables con el accionar de hordas fascistas en el pasado siglo.
Lo que vive hoy el pueblo palestino con la invasión y ocupación de gran parte de sus tierras por parte del ejército israelí, solo es comparable con un genocidio. La población de Gaza es víctima de bombardeos, desplazamiento forzoso de sus habitantes y asedio perenne por parte de Tel Aviv, gobierno que limita el acceso a la ayuda humanitaria, provocando una crisis de colosal dimensión; niños, mujeres, ancianos, segmentos de población vulnerables carecen de alimentos, servicios básicos esenciales e infraestructura socio-económica apropiada para la supervivencia de un pueblo.
Y los principales responsables de ese caos humanitario es el Estado de Israel presidido por Benjamín Netanyahu que ha causado hasta el momento más de 48 mil muertes, y otros miles de heridos y desaparecidos. Familias enteras han perecido, y hay presencia de menores, infantes que deambulan sin padres o parientes allegados, victimas también del odio y la desmedida violencia del ejército intervencionista.
La verdad del conflicto Israel-Palestino está reflejado en la historia. Pero alcanzó énfasis en las últimas seis décadas con el quebranto por parte de Israel de acuerdos, resoluciones y disposiciones de las Naciones Unidas que demandan respeto a la integridad de los palestinos y valoran el reconocimiento de cada nación, como Estado independiente. Ello incluye a Israel, pero también a Palestina, (esta última pendiente de concretar su independencia por sombrías maniobras del sionismo y alguno que otro aliado), la solución a este diferendo histórico es la única forma de conquistar la real paz y el desarrollo sustentable en toda la región del Oriente Medio.

Vulnerar derechos y soberanías es el principal motivo de las beligerancias actuales, y al mismo tiempo esos menoscabos del respeto hacia la vida humana fomentan el terrorismo, abominable flagelo presente en el mundo contemporáneo, y cual tiene el rechazo de la comunidad internacional que defiende la paz y colaboración entre pueblos.
La guerra contra Palestina no es el único escenario de conflicto en el planeta, pero hoy representa el mayor genocidio que la humanidad haya conocido en los últimos años. De igual manera debe ponerse fin a la contienda entre Rusia y Ucrania, países vecinos con poblaciones enraizadas por décadas de interactuar como sociedades vinculadas por cultura e idioma. Y deben erradicarse, además, los grupos terroristas que operan en territorios de Asia, África, Medio Oriente y América Latina los cuales vulneran derechos humanos, y algunas de esas facciones extremistas han sido promovidas por grupos hegemónicos de poder.
También deben ser objeto de repulsa mundial los bloqueos, sanciones y penalizaciones que trasgreden derechos humanos. Por ejemplo, el asedio a Cuba por parte de Washington tiene record de extensión y comenzó en el pasado siglo como una de las violaciones más flagrantes de los derechos a la vida de millones de personas.
Lo que debe prevalecer en esta era de desarrollo y tecnologías avanzadas son las relaciones comerciales, culturales, científicas, económicas-financieras, y de colaboración complementaria entre países, y no las prohibiciones al acceso de recursos para la supervivencia de pueblos que no han agredido a nación alguna, y, por el contrario, como la Isla, potencian la solidaridad.
Asimismo, es también vulnerar derechos humanos el criminalizar a los migrantes, su traslado forzoso a cárceles como la ilegal Base Naval de Guantánamo en Cuba o a otras penitenciarias de alta seguridad como las de El Salvador, son actos que denigran la condición humana.
La verdad y justicia son valores que deben imponerse en esta centuria ante la mentira sembrada y divulgada por transnacionales de la comunicación en manos de oligarquías y grupos de poder que promueven campañas mediáticas de desinformación, al tergiversar realidades, desvirtuar y engañar a sus públicos con publicaciones y narrativas mal intencionadas concebidas para justificar desmanes, políticas expoliadoras y discriminatorias.
El mundo será más seguro y alcanzará la paz que precisa para un desarrollo armónico y sostenible cuando se acabe la prepotencia imperial, los despojos, y florezcan las relaciones de buena vecindad, cooperación, comercio justo e intercambio reciproco y beneficioso para los pueblos.
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