Si los gobiernos que conforman la membresía de la Organización de las Naciones Unidas, (particularmente aquellos que son parte indisoluble de centros de poder de influencia internacionales, dígase países desarrollados o de alto impacto en las relaciones económico, comerciales y financieras), apostaran más al desarrollo sustentable de los pueblos del Sur, esta centuria alcanzaría la paz duradera que todos en el planeta precisan.
Sin embargo, para mantener el equilibrio y la estabilidad que requiere el contexto actual mundial se impone alcanzar la distensión, y el dialogo civilizado entre las partes en conflictos. El avance tecnológico, científico, y el desarrollo de fuerzas productivas y Producto Interno Bruto hacia indicadores significativos, necesitan para ser conquistados, de la armonía entre naciones.
Las otrora colonias, históricamente desfavorecidas con estrategias de expoliación y discriminación por parte de sus invasores, necesitan real ayuda con prácticas de colaboración más solidarias y menos lucrativas, y, sobre todo, recíprocas en cuanto a respeto y beneficios mutuos a alcanzar. Eso se evidencia en zonas de América, Asia, África y Oriente Medio, pero también en otros desarrollados que lamentablemente presentan abismales diferencias sociales en su seno.
Hay que erradicar las guerras, resolver los factores que conllevaron a esos enfrentamientos entre pueblos. Por ejemplo, si los palestinos hubiesen concretado su Estado Libre y Soberano como valoró la ONU y jamás se cumplimentó, de seguro hoy no se hubiese llegado a las miles de muertes acontecidas en estos meses, fundamentalmente a partir de los sistemáticos bombardeos e invasión de Israel a Gaza, Cisjordania, Líbano, y campamentos aledaños.
Con adoptar apropiadamente las resoluciones de Naciones Unidas se pudo evitar también el desplazamiento forzoso de los residentes de esas zonas de sus tierras, cruzadas que laceran la dignidad humana. De ahí lo importante que resulta la restauración de ese enclave por sus propios residentes con ayuda real de países de la región, la ONU, gobiernos sensibilizados con ese genocidio, y personas de buena voluntad del mundo.
Igualmente, no tendría lugar la guerra entre Rusia y Ucrania si se hubiesen cumplido los Acuerdos de Minsk, que debieron poner fin a la campaña segregacionista y de agresiones contra Donbass y otras regiones con la peculiaridad de contar con una población mayoritaria de ciudadanos pro-rusos, por su carácter histórico, ser rusos parlantes y descendientes unidos por culturas, costumbres e idiomas.
Este conflicto ruso-ucraniano ha dañado con creces el comercio y provocado crisis en precios de alimentos y combustibles, incrementando las ya duras condiciones financieras internacionales y en especial de los países en desarrollo y también de Europa que obtenía mejores precios con el gas proveniente de gasoductos rusos, creados por mutuo acuerdo de las partes.
Y la dilatación en tiempo de esa guerra sigue encareciendo otros productos y recursos, por lo que debe ser resuelta de forma definitiva para salvaguardar la paz y además, prioritariamente, evitar una III Conflagración Mundial, que, en el contexto de hoy con prevalencia de armas nucleares y tecnologías sofisticadas, sería una hecatombe de inimaginables consecuencias.
Las contradicciones políticas o económicas entre los Estados deben solventarse de forma pragmática, con sensatez, diálogo, inteligencia, sin actitudes arrogantes ni chantajes, sanciones o bloqueos. Estas últimas posiciones son signos de prepotencia y abusos que no contribuyen a la conquista de una paz plena que tribute a mejores condiciones de vida para todos en el denominado Norte y el Sur.
De mejorar la precaria situación económica-social imperante en decenas de pueblos hoy día, seguramente también disminuirían las migraciones que, desproporcionadamente y sin control, afectan a las naciones.
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