La injerencia extranjera en Venezuela es rechazada por su pueblo y los hombres y gobiernos de buena voluntad y respetuosos del derecho internacional. El contexto político-económico y social actual en el mundo denota que las enseñanzas y experiencias que lega la historia de los pueblos no siempre son asimiladas ni interpretadas de igual manera, por todos los gobiernos y personalidades del planeta, algunos reiterados en erradas políticas intervencionistas.

Un ejemplo fehaciente de ello es lo acontecido durante años contra la Revolución Bolivariana de Venezuela por parte de una extremista oposición con aliados foráneos que habitualmente utilizan la violencia para alcanzar sus objetivos: desestabilizar esa nación e incentivar el enfrentamiento entre venezolanos con el fin de quebrantar la institucionalidad y legitimidad de ese proceso y del mandatario reelegido por voto popular, Nicolás Maduro, quien el próximo día 10 será investido una vez más, como Presidente, por mandato del pueblo.

Lo que llama la atención es cómo enemigos de esa Revolución encabezados por la administración estadounidense fomentan gobiernos paralelos que respondan a sus intereses y no muestren preferencias por la defensa de la independencia y soberanía heredada de la lucha de sus próceres. El caso Guaidó,  autoproclamado dignatario tiempo atrás por sectores opositores y Washington, resultó un gran fiasco y una vergüenza ante la comunidad internacional por el descabellado quebranto del derecho y Constitución de la República Bolivariana, al tener el reconocimiento de la Casa Blanca y algunos allegados dependientes de esas políticas.

El pueblo y las instituciones legales venezolanas solo reconocen a Maduro, electo en las urnas del país, y rechazan la injerencia de gobiernos foráneos que nada tienen que ver con la integridad y el respeto a la voluntad popular mostrada por la inmensa mayoría de los ciudadanos que con gobiernos chavistas han alcanzado conquistas socio-económicas, antes inimaginables.

Por estos días se han suscitado marchas y movilizaciones significativas en apoyo y defensa de la victoria electoral del presidente y por la paz y estabilidad de Venezuela.

Sin embargo, es contradictorio y carente de legitimidad que existan gobiernos extranjeros que dicen defender la democracia, los cuales motivados por diferencias ideológicas y sumisión a Estados Unidos sean capaces de reconocer a un señor opositor como Edmundo González, capaz de estimular a grupos o segmentos de población afines a su estrategia de poder, incluyendo mercenarios y delincuentes, a realizar acciones terroristas que han causado muerte y destrucción. Y al mismo tiempo las facciones extremistas con patrocinio externo han organizado intentos de golpes de Estado y desobediencia civil orientados a violentar la tranquilidad ciudadana e impedir el nuevo periodo electoral, para el cual Maduro fue reelegido.

Un nuevo Guaidó, -con mayor edad, pero manipulable igual por centros de poder extranjeros-, patalea en recorridos por América y Europa, y lo que es más lamentable e indecoroso resulta ser que gobiernos de esta región latinoamericana y caribeña que se proclamó por la CELAC, Zona de Paz, y conocieron la degradación acontecida con el señor Guaidó, sean capaces de renunciar a las relaciones diplomáticas y de colaboración con vecinos solidarios que apostan a la paz con independencia como Venezuela, por un controvertido personaje que es más de lo mismo; favorable a las sanciones, bloqueos, y a la expoliación de los recursos de su país situados en bancos foráneos, así como proclama y apoya la injerencia e intervención extranjera, a favor de sus designios personales y de los allegados que lo orientan, a la vez que lo embaucan en peligrosas travesías.

Actualmente existe un auge de movimientos fascistas, ultra reaccionarios, extremistas, encaminados a como sea, a destruir proyectos emancipadores que no respondan a sus cánones, imposiciones oligarcas, neoliberales, segregacionistas y de inequidad que generalmente defienden mezquinos intereses económicos.
A veces nos sorprende cómo en esta desigual América Latina hay gobiernos llamados o autodenominados de izquierda o progresistas que apoyan barrabasadas absurdas y carentes de toda legitimidad como la de reconocer en el exterior a un personaje como el señor Edmundo, que ni siquiera en su tierra se le concede autoridad y moral alguna. Y, por el contrario, es prófugo de la justicia por acciones conspirativas y de promoción de desestabilización, entre otras acusaciones publicadas en su contra y anunciadas por la Sistema de Justicia de ese pueblo.

También es coincidente que algunos de los que hoy apoyan ese acto violatorio de las leyes venezolanas e internacionales son los mismos que ayudan, justifican y van de la mano con uno de los más repulsivos genocidios de la historia de la humanidad, -luego del nazifascismo en la II Guerra Mundial-, el del gobierno de Israel que preside Benjamín Netanyahu contra el sufrido pueblo palestino, Gaza, y otras naciones árabes vecinas del Oriente Medio, el cual ha causado más de 45 mil muertos, heridos, desaparecidos, destrucción y hambruna. ¿Qué era de civilización defienden los pro-Netanyahu?

Se evidencia claramente que las venezolanas y venezolanos no aceptaran más hechos de violencia en su territorio y que mayoritariamente, incluyendo facciones opositoras contrarias a la violencia, defienden la paz y el amor entre sus compatriotas, y que no secundaran ningún acto violatorio de esa tranquilidad con soberanía por la que siguen luchando.

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