En fecha tan temprana como el 3 de enero de 1961, el gobierno de Estados Unidos decidió romper relaciones diplomáticas con Cuba. Era de esperar ante la hostilidad de Washington que desde el mismo momento del triunfo de la Revolución en 1959 mostrara insatisfacción y rechazo al proceso emancipador que se erigía en la Isla, iniciando una escalada de agresiones orientadas a desarticular la movilización popular de apoyo al Comandante en Jefe Fidel Castro y al Ejército Rebelde, que el 8 de enero de 1959 había llegado a la capital en la Caravana de la Victoria, luego de la aplastante derrota sufrida por las huestes batistianas, que culminó con la definitiva huida del tirano.
El propósito esencial de la Casa Blanca con la ruptura con la Isla era provocar el aislamiento total de la Revolución, y a la vez acelerar su destrucción. Esa política estuvo acompañada de férreas campañas de distorsión y falacias sobre la realidad, sabotajes, agresiones a la economía, operaciones encubiertas de la Agencia Central de Inteligencia, CIA, y tenía el fin de viabilizar el camino hacia la invasión mercenaria de Girón que tuvo lugar tres meses después, en abril, y cual fue también una derrota avasalladora para los planes de EE.UU. y sus satélites en la región.
La noticia produjo conmoción en la región y en Cuba el 4 de enero fue publicado a través del periódico Revolución en la Isla, la información sobre la ruptura de relaciones diplomáticas, asunto que incidía en las estructuras económicas de la nación, hasta entonces muy dependientes de EE.UU. y otros países aliados que también se distanciaron ante la determinación de los cubanos de ser libres, y romper con décadas de expoliación y explotación de sus recursos, en detrimento de las mayorías del pueblo.

Como parte de la estrategia imperial de aislar a la Mayor de las Antillas gobiernos títeres de Latinoamérica y de Occidente, por mandato de Norteamérica, rompieron también vínculos diplomáticos con La Habana. La desacreditada Organización de Estados Americanos, OEA, patrocinada por Washington tuvo un preponderante rol en esa desvergonzada campaña de hostilidad y cerco contra Cuba, y sus tentáculos llegaron hasta la instrumentación del bloqueo económico, comercial y financiero más brutal de la historia de América contra país alguno que sería oficializado en 1962 por la Casa Blanca y desde entonces cada vez más recrudecido, y genocida. Es un fehaciente ejemplo de quebranto a los derechos humanos de todo un pueblo.
Sin embargo, México con su tradicional postura y entonces administración soberana e independiente, no se sumó entonces a esa ignominia. La Isla a partir de ese momento se vio en la imperiosa necesidad (para su sobrevivencia y sustento de la Patria), de reorientar sus mercados y relaciones comerciales, de colaboración y defensa ante el creciente asedio que era objeto. Solo países del campo socialista y anticoloniales brindaron su solidaridad al nuevo proceso revolucionario.
Han transcurrido seis décadas de asedio y la postura intransigente, reaccionaria, obcecada y particularmente disparatada de la Casa Blanca contra La Habana, perdura. Solo matices diferentes, aunque objetivos similares, se constataron durante las administraciones de Carter y luego Obama, ambos con métodos más sutiles e inteligentes, en ciertos aspectos de la política con Cuba.
El nuevo periodo que comienza en 2025 con el regreso de Donald Trump como presidente de EE.UU. se torna como continuidad de injerencia histórica, más de lo mismo; campañas mediáticas de falacias, desatinos informativos plegados de tergiversación de realidades, hostilidad, agresiones y subversión.
Y el señor Trump se ha nucleado de personajes ultra reaccionarios como Marco Rubio, como para el Departamento de Estado( y precisamente este en campaña electoral anterior, hace cuatro años, fue rival republicano, crítico de Trump), y tiene en su haber estar enfermo de odio y resentimiento contra Cuba -la cual ni siquiera conoce-, y podrá dañar con creces la imagen liberal que el magnate mandatario trata de mostrar en cuestiones de comercio y favorable a los negocios rentables para los ciudadanos estadounidenses, muchos de los cuales se oponen a limitaciones y obstáculos que les impone el bloqueo al afectar sus intereses de inversión e intercambios recíprocos, mutuamente ventajosos para las partes.
Esperemos que Washington en algún momento adquiera la sensatez y el raciocinio que debe prevalecer en su liderazgo económico, (el cual se ha afectado en demasía con instrumentación de sistemáticas sanciones y bloqueos) y cambie las obsoletas y estúpidas posturas frente a países vecinos que cuentan con potencialidades para establecer beneficiosas relaciones basadas en el respeto a la autodeterminación e independencia de las naciones, a pesar de las diferencias ideológicas o de concepciones en ideas que existen en la región y otras latitudes del mundo. Ello redundará en un real proceso de paz y nuevas perspectivas de interacción para concretar una buena vecindad en esta era del siglo XXI, que debía ser sin guerras y con predominio de armonía y desarrollo.
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