Antes del triunfo de la Revolución en 1959, la Isla era considerada por Washington su traspatio. Los principales recursos naturales y económicos estaban en posesión de compañías extranjeras, esencialmente estadounidenses, las cuales extraían la savia de la tierra cubana, sus materias primas, para luego venderlas en la región latinoamericana y también a Cuba, como productos y servicios determinados.

El latifundio carcomía nuestros campos, y los trabajadores que dedicaban extremadas horas del amanecer y el día sembrando y cultivando en pos de hacerlas producir solo recibían migajas de los dueños del terreno, terratenientes propietarios de grandes extensiones en las que los campesinos no podían obtener jamás la propiedad. Menos aún sus hijos podían superarse y aspirar a otras profesiones, generalmente en las pocas escuelas rurales existentes en montañas y llanos del interior de las provincias no se lograba alcanzar el 6to grado como nivel escolar, culminarlo era todo un reto.

Y una de las primeras medidas revolucionarias instrumentadas fue erradicar el latifundio y entregar títulos de propiedad a quienes labraban la tierra, también a todos los ciudadanos del país que llevaban años, hasta décadas, pagando altos y abusivos alquileres a propietarios de inmuebles, sin esperanza alguna de adquirir una propia.  

Pero las transformaciones fueron aún más profundas, Cuba tendría desde entonces un sistema político y socio-económico más participativo y alejado de los vicios, prostíbulos, garitos y la corrupción institucionalizada que había dejado al pueblo sin fondo de pensiones y las arcas financieras de la nación expoliadas, usurpadas por testaferros del gobierno de Batista y sicarios a su servicio.

Ante la actitud agresiva y amenazadora por parte de la Casa Blanca frente al naciente proceso emancipador que se erigía, el Estado Revolucionario emitió nuevas disposiciones orientadas a recuperar los recursos del país y destinarlos a los programas y planes que se creaban a favor de las grandes mayorías. Fueron eliminadas las instituciones educativas privadas, privilegio entonces para familias de las elites oligarcas, la burguesía local. Lo mismo aconteció con las playas y círculos sociales a lo largo y ancho del territorio que estaban clasificadas por categorías e incluso por razas, por ejemplo; en La Habana, prevalecían en zona de Miramar y Vedado los clubs y centros recreativos ( algunos con denominaciones en idioma inglés), para asociados minoritarios y registrados, según procedencia y clase.

Pero entonces como dijese el popular trovador cubano, Carlos Puebla; “¡Llego el Comandante y mandó a parar!”. Comenzó el proceso de nacionalización, entidades y compañías extrajeras y de la burguesía criolla pasaron a ser administradas por el Estado a través de hombres y mujeres del pueblo. También otros negocios privados fueron objeto de ese proceso, y se indemnizó a todo el que estuvo de acuerdo, la política era aglutinar los recursos y servicios, hasta ese momento en manos de unos pocos, en busca de mayores niveles de equidad y justicia social.

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Se decidió la distribución de bienes y servicios para todos por igual, teniendo en cuenta a los millones de habitantes, logrando más inclusión social ante años de abandono y pobreza extrema en áreas inhóspitas y alejadas de la geografía cubana, donde nunca hubo una escuela, un médico, luz eléctrica, agua potable, y se carecía de importantes necesidades básicas. A esos lugares llegó la Revolución y también su Campaña de Alfabetización, nunca antes miles de compatriotas habían podido aprender a leer y escribir.  

Las medidas y falta de sumisión del gobierno revolucionario a los tradicionales dictámenes de los EE.UU., a otras administraciones de turno durante la “era republicana”, molestó a Norteamérica, quien desde el mismo triunfo de enero comenzó a obstaculizar el avance del nuevo proceso y promovió la hostilidad y subversión contra la Mayor de las Antillas. Preparó y dio cobijo a la contrarrevolución encabezada por ex batistianos, delincuentes y por algunos entonces descontentos por política nacional de rescate de recursos y bienes del pueblo. A ello se sumó la férrea propaganda del imperio con todas sus agencias y medios de comunicación contra Cuba, lo cual hizo gran daño y confundió a muchas familias como fue la vil Operación Peter Pan, (cientos de niños emigraron solos y engañados a EE. UU. y un gran número de estos no volvió al reencuentro con sus padres) a través de la cual distorsionaron y falsearon la realidad cubana, como todavía suelen intentar ante la opinión pública internacional, de manera cínica y abominable.

A ello se sucedieron operaciones encubiertas de la CIA, planes de asesinatos al Comandante en Jefe Fidel Castro y otros dirigentes, sabotajes, incursiones armadas por las costas, secuestros de pescadores, actos terroristas, invasión por Girón, y otras barbaries hasta la profundización del criminal bloqueo económico, comercial y financiero más largo de la historia de América, con total vigencia hoy, además de recrudecido.

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A la nación caribeña no quedó otra alternativa que acudir a quienes le ofrecieron solidaridad y amistad, y comenzar a fortalecer su defensa, a la vez que reorganizaba el comercio exterior y las importaciones y exportaciones hacia mercados nuevos, sin condicionamientos, como el que proponía el campo socialista y en particular la URSS, y el Consejo de Ayuda Mutua, CAME, con el cual se establecieron relaciones de colaboración interesantes, y de beneficio para las partes.  Ahí se inicia una nueva etapa de las relaciones internacionales, pues los gobiernos lacayos de Washington rompieron, por órdenes del amo, los vínculos con La Habana.

Las décadas posteriores hasta llegada la culminación de este año 2024 han estado plegadas de heroísmo sin igual por parte del pueblo cubano. El periodo especial en los años 90 con la desintegración del campo socialista fue un golpe duro para la Isla, pues el 85 por ciento del comercio exterior estaba orientado a esos mercados, pero como siempre, esta tierra de gigantes se creció y logró sobrevivir, en las muy complejas condiciones.

También resistió el incremento de sanciones y listas espurias injustas por parte de la Casa Blanca, sobrevivió a la pandemia más letal del siglo, la Covid-19, y sigue luchando y venciendo cada desafío para sustentar sus conquistas y alcanzar el tan anhelado bienestar que merecen todos los cubanos.

El 2025 debe ser un año de mayor esfuerzo y trabajo cohesionado con el pueblo y todas las estructuras de la sociedad.

La unidad inquebrantable entre cubanos salvaguarda la Patria y es imprescindible apostar al desarrollo sostenible con más producción de alimentos, bienes y servicios, además de la necesaria sustitución de importaciones y búsqueda de nuevos renglones exportables. Estos y muchos otros más con la iniciativa e innovación de nuestros ciudadanos constituirán pilares esenciales para el futuro avance del socialismo, a lo cubano.

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