La comunidad mundial no puede estar apasible ante la muerte de más de 38 mil personas, entre niños, mujeres, y ancianos, además de la destrucción de toda la infraestructura social y civil de un pueblo, como acontece con la Franja de Gaza por parte del gobierno de Benjamín Netanyahu, aliado de la administración estadounidense y quien recibe además millonarias sumas de dinero por parte de Washington para sustentar esa locura que se torna muy peligrosa y tiende a extenderse a buena parte de la región del Oriente Medio.
Lamentablemente, en vez de potenciar la paz y frenar la demencia guerrerista que invade zonas del mundo se constata (ante la mirada impactante de la comunidad internacional) cómo aliados de los Estados Unidos, siembran odio, destrucción y muerte. Lo que se ejecuta actualmente contra el pueblo palestino, y particularmente en la Franja de Gaza es un genocidio sin precedentes en el siglo XXI. Solo las hordas nazifascistas hicieron algo similar durante la pasada centuria contra las minorías y la población judía que fue víctima de esos crímenes de lesa humanidad los cuales hoy vuelven a suscitarse, pero esta vez contra el sufrido pueblo de Palestina que también tiene derecho a vivir en paz y contar con su Estado libre e independiente.
Si los centros de poder hegemónicos no financian y apoyan las pretensiones expansionistas de Israel podría pravalecer la paz, el desarrollo y la buena vecindad entre países de esa importante zona del planeta que está siendo desestabilizada por ambiciones de recursos y riquezas nacionales de otros pueblos.
Cada país tiene el derecho de disponer del sistema político y socio-económico que su población decida, sin injerencia ni intromisión alguna. Y desde hace más de 70 años el pueblo palestino espera por la declaración definitiva de su soberanía, sin coloniaje de Tel Aviv y ese objetivo ha sido validado en varias ocasiones por el pleno de la Organización de Naciones Unidas de la cual es parte sustancial Estados Unidos e Israel, y sin embargo, los acuerdos dispuestos a partir de 1946, 1967 y hasta hoy han sido vulnerados con la proliferación de asentamientos judíos en tierras palestinas, así como con invasiones y agresiones contra ese pueblo y naciones vecinas.
Hoy el Oriente Medio es un foco de tensiones que puede desencadenar en un conflicto de mayor intensidad. Esa situación no solo afectará a los países de la región, sino que tendrá consecuencias quizás muy graves para toda la comunidad internacional, también para EE.UU, suministrador principal de armas y tecnología de destrucción a Netanyahu, y quien además tiene intereses económicos en la zona.
La racionalidad, sensatez y sentido de humanidad debe imponerse, basta de guerras, asesinatos, terrorismo y violencia de cualquier parte, venga de donde venga. El respeto al derecho ajeno potencia la paz y permite sustentar el desarrollo sin intervencionismo, elemento primordial para lograr un mundo mejor donde prime la colaboración comercial, económica, cultural, científica y de toda índole entre las naciones.
No al fomento de ambiciones, violencia, muertes, destrucción de civilizaciones, patrimonios culturales e históricos. El mundo precisa del aporte a la paz de los hombres de buena voluntad que anhelan conquistar el desarrollo sostenible y armónico para todos los ciudadanos y erradicar de una vez por todas las abismales desigualdades y pobreza extrema existentes aún en nuestro planeta.
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