Los pueblos del mundo precisan de paz para sustentar y satisfacer necesidades básicas para su supervivencia. Y esta centuria, convocada por la Organización de Naciones Unidas al cumplimiento de las Metas del Milenio, se torna cada vez más lejos de alcanzar ese importante objetivo que contribuiría a mejorar, o al menos minimizar, la brecha entre el Norte y el Sur.
Mientras en el Primer Mundo, centros de poder capitalistas aplican políticas neoliberales, derrochan y expolian recursos de naciones en vías de desarrollo, hay millones de seres humanos en este desigual Universo que no solo carecen de lo mínimo para la subsistencia, sino que además peligran sus vidas por ambiciones y sed de expansionismo de quienes ostentan poder y riquezas, resultando insaciables.
Esas abominables estrategias están generalmente orientadas a la apropiación ilegal de recursos económico-financieros y para ello emplean diferentes pretextos y modalidades de injerencia en los asuntos internos de otros países, hasta la realización de incursiones armadas con la utilización de tecnologías de amplio espectro destructivo.
Uno de los casos más alarmantes de genocidio acontecidos en este siglo (donde debió potenciarse paz y desarrollo sostenible), es el relacionado con la intervención militar de Israel en territorios palestinos, fundamentalmente en la Franja de Gaza y campamentos de refugiados aledaños, lo cual ha provocado más de 36 mil muertes y un considerable número de heridos, desaparecidos y destrucción de infraestructuras sociales y económicas, incluyendo centros de salud, educación, religiosos, entre otros.
¿ Cómo pueden suscitarse crímenes de lesa humanidad como los que todavía se producen en algunas latitudes del planeta?
Cualquier acto terrorista contra población civil o personas inocentes, es repudiable. Y lo que hoy sucede en el Oriente Medio contra la población palestina; agresiones a mujeres, niños, ancianos y otros segmentos poblacionales solo puede catalogarse de cruzada de exterminio en masas contra todo un pueblo, y sus métodos abusivos y letales tienen similitud con las cacerías instrumentadas contra los judíos por el nazifascismo.
Otro aspecto alarmante que convoca a la reflexión a todos los gobiernos y hombres de buena voluntad del mundo es el fomento actual de manifestaciones y consignas otroras protagonizadas por los nazis durante los años 30 y 40 del pasado siglo y que en algunos lugares, (particularmente de Europa) están proliferando bajo la égida de administraciones de la propia Unión Europea, lo cual sorprende por ser precisamente esta región una de las principales víctimas del entonces avance del fascismo que trajo consigo millones de muertos, campos de concentración, centros de torturas y apropiación de buena parte de territorios por las hordas hitlerianas.
De igual manera se constata el aumento de las desigualdades de clase, raza y credo en determinados Estados, incluso en naciones desarrolladas existe inapropiada distribución de las riquezas con prevalencia hacia la minoría de ricos que ensanchan sus bolsillos, y hay presencia de explotación de fuerza de trabajo con migrantes que perciben ínfimos salarios sin seguridad alguna. También en muchos países la tradicional clase media ve afectados sus ingresos, empleo y posibilidades de mayor bienestar para sus familias.
La crisis que invade al mundo tiene carácter global, no solo es económico-financiera, energética, medioambiental, también es de valores y vulnera principios inalienables trazados por la Carta de Naciones Unidas desde su fundación. Cada día crecen más las inequidades, y además se intensifican los cambios climáticos y el planeta es más inseguro por las políticas agresivas contra la Naturaleza y una de las especies biológicas más importantes, el hombre.
El comercio internacional también se ha complejizado, no solo están perjudicados los países asediados o sancionados por Washington y algunos de sus aliados, los precios de los productos y servicios son cada vez más inaccesibles para naciones en desarrollo que precisan de recursos, tecnologías de avanzada y otros medios que tributan a su desarrollo. El tan cacareado “ libre comercio” promovido por Occidente se vuelve una quimera ante sus políticas de bloqueo y amenazas absurdas a pueblos con sistemas políticos y socio-económicos diferentes.
Las guerras obstaculizan el mercado mundial y dañan la economía internacional, así como los negocios e inversiones mutuamente ventajosos para las partes. Varios pueblos como Cuba, isla solidaria y hospitalaria y que no representa peligro para nadie son también víctimas de esas maquiavélicas estrategias de acoso y hostilidad sistemática de los Estados Unidos de América, país que se autoproclama “ paladín de democracia y derechos humanos”.
Ver además: