Una vez más el gobierno de Estados Unidos, con su postura prepotente y carente de sensibilidad humana, estimula la continuidad de la agresión de Israel contra la Franja de Gaza, ante el Consejo de Seguridad de la ONU y bajo la égida de la comunidad internacional que observa atónita el veto de una Resolución aprobada por 13 de sus miembros para frenar la guerra, y solo contó con el rechazo de Washington, que demuestra no querer contrariar a su socio Netanyahu, aunque aplique la criminal estrategia de tierra arrasada.
Mientras siguen muriendo niños, mujeres, ancianos y demás ciudadanos palestinos por el no cese de la guerra contra ese pueblo, la diplomacia estadounidense en nombre de la Casa Blanca veta una y otra vez la posibilidad de frenar las acciones de exterminio de seres humanos que se constata en esa región del Oriente Medio.
¿Cómo puede existir un gobierno que dice respetar derechos humanos y se opone al fomento de la paz?
Lamentablemente hay presencia de doble rasero moral en Norteamérica y algunos de sus súbditos. De lo contrario el histórico conflicto israelo-palestino ya estuviese solucionado y se podrían haber evitado alrededor de 30 mil muertes y otros miles de heridos, actos que laceran la dignidad humana.
Han transcurrido cuatro meses de la embestida de Hamas en Israel, la cual también con voluntad política de los centros de poder internacionales, entre ellos Washington, pudo evitarse si se hubiese demandado enérgicamente el cumplimiento de los acuerdos de la ONU sobre la creación del Estado Palestino y condenado oportunamente cada invasión y asentamientos judíos en tierras palestinas.
Esa es una realidad que no puede soslayarse a la hora de analizar las décadas de colonialismo y sufrimiento vividos por las familias palestinas, situación que daña además a los ciudadanos israelíes que quieren vivir en armonía con sus vecinos y anhelan una apropiada convivencia entre las dos partes.
Quienes estudian y dan seguimiento a la historia de este diferendo y dominan las resoluciones aprobadas en las Naciones Unidas al respecto comprenden la dilación irresponsable dada a la definitiva solución del problema. Es inminente que se ponga fin a esta antihumana cruzada que no tiene justificación alguna.
La respuesta de Tel Aviv a la acción militar de Hamas es sumamente extrema, y en estos momentos por la envergadura y ampliación de la beligerancia contra civiles radicados en esa zona, es calificada en el derecho internacional, como crimen de lesa humanidad contra todo un pueblo.
Netanyahu no solo agrede a Hamas, ha asesinado a miles de civiles con sus sistemáticos bombardeos sin distinción alguna. Hospitales, escuelas, viviendas, estructuras socio-económicas de la población, en general, la metralla lanzada contra Gaza y la represión rebasa los marcos de la civilización, a lo que se suma la carencia de servicios, alimentos, medicinas y recursos básicos de supervivencia que escasean o no existen en varios puntos de esa zona maltrecha y destruida por la intervención militar de Israel.
El rol de la Casa Blanca deja mucho que desear, algunos de sus socios occidentales también comienzan a dudar de la voluntad política y capacidad de resolver problemáticas urgentes por parte del presidente, Joe Biden, y no se aprecia interés en contribuir a la paz mundial.
Sus acciones muestran lo contrario a la búsqueda de distensión y concordia. Y lo que es peor, de esa manera su administración se enreda en una madeja de tutelaje a Israel que lo convierte en cómplice de una masacre de personas, la inmensa mayoría inocentes y desarmados, hecho sin precedentes en este siglo XXI.
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