La humanidad es hoy testigo de un genocidio contra el pueblo palestino, como otrora en el pasado siglo lo ejecutó el nazifascismo contra la población judía a lo cual solo se le puso fin con la II Guerra Mundial, y la unidad del movimiento antifascista internacional.

Resultan indignantes las masacres cometidas por el gobierno de Israel contra Palestina, la Franja de Gaza sufre las abominables consecuencias de la política colonialista y guerrerista fomentada durante décadas por el sionismo que alcanza su máxima expresión con la estrategia de tierra arrasada y limpieza étnica que protagoniza actualmente el presidente Netanyahu, y cual de forma vergonzosa cuenta con el apoyo de la administración estadounidense que encabeza Joe Biden.

Lo que sucede en esa región del Oriente Medio no es solo contra Palestina, pudiese ser el preámbulo de una cruzada contra otros pueblos árabes ante la sed expansionista y de hegemonismo que intenta alcanzar Tel Aviv en esa zona del mundo.

Sin embargo, si la sensatez y el raciocinio se impusieran, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, a pesar de las diferentes ideológicas o formas de pensamiento de sus miembros, y se acordase un cese inmediato de los bombardeos indiscriminados, masivos y sistemáticos contra Gaza, la situación no alcanzaría las dimensiones, ni la gravedad y el peligro que representa.

El veto de Washington como aliado de Israel no facilitó el tránsito a una efectiva misión de ayuda humanitaria destinada a salvar vidas y frenar la barbarie que se extiende a cada minuto con el criminal asedio y los bombardeos que han provocado más de 9 mil muertos y otros miles de heridos, entre los que predominan niños, mujeres y ancianos. Así mismo impactan las imágenes de destrucción de hospitales, escuelas, edificios y viviendas de personas inocentes que cohabitan en su terruño y sueñan con un futuro de paz y bienestar para sus familias.

El rol de un país con influencia mundial como EE.UU debe ser el de evitar la escalada militar y muy desproporcionada como respuesta por parte de Netanyahu, sobre todo, contribuir a que se cumplan las Resoluciones de la ONU con respecto a este histórico diferendo. Ello tiene como antecedente las invasiones a tierras árabes y palestinas por parte de Israel y el desoír perenne de ese gobierno que irrespeta el reclamo internacional de justicia, y no quebranto del derecho internacional.

Lograr la posibilidad de un diálogo civilizado que tuviese en cuenta el derecho de ambos pueblos a ser Estados independientes y poder coexistir como vecinos, sería la única manera de hacer prevalecer la paz en la región y las condiciones para apostar al desarrollo sostenible y dar cumplimiento a las Metas del Milenio que en ningún caso es el incremento de la carrera armamentista, las masacres y las beligerancias entre naciones.  

Mantener a todo un pueblo sitiado sin acceso a una vida digna, carente de combustible, electricidad, alimentos, insumos y medios para hospitales y centros de educación, solo tiene un nombre; Genocidio.

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