Lamentablemente todavía existen gobiernos en esta era de civilización que de manera insensata y carente de sensibilidad humana, y por intereses geopolíticos, fomentan e incitan a extender guerras o beligerancias que además de acarrear destrucción y muertes, pueden sumar consecuencias catastróficas para el mundo.
Ante la incapacidad del Consejo de Naciones Unidas para alcanzar una tregua humanitaria y el cese de la agresión contra la Franja de Gaza, la Asamblea General de ese organismo internacional aprobó por amplia mayoría, 120 países, establecer con inmediatez un corredor humanitario, liberar civiles, frenar la escalada guerrerista por parte de Israel y encontrar una solución justa y definitiva al conflicto entre las partes.
Cualquier acción de carácter terrorista contra población inocente es rechazada. Pero también es preciso valorar las causas del histórico conflicto vinculadas a los reiterados incumplimientos, agresiones e invasiones por parte de Tel Aviv a Palestina, y el quebranto sistemático de las resoluciones de la ONU desde hace décadas.
El debate en el plenario de la Asamblea puso de manifiesto la preocupación, condena y rechazo universal a políticas de asedio y barbarie como las que se instrumentan hoy contra todo el pueblo palestino al cual vienen despojando de sus legítimos derechos a la vida en paz con desarrollo y construir un Estado independiente, como mismo lo consiguió Israel, luego de la II Guerra Mundial. Ambos pueblos deben de convivir respetándose mutuamente, sin intervenciones que laceren la condición humana.
¿Quién puede estar en contra de un acuerdo que demande acciones humanitarias y promueva paz y justicia?
Ningún gobierno, organismo y persona digna y racional del planeta puede mostrarse contraria a potenciar la paz y buena vecindad entre las naciones. Apoyar o silenciar los bombardeos a civiles, mujeres, niños, ancianos, a escuelas, hospitales, iglesias, y viviendas de ciudadanos inocentes, solo tiene un nombre, genocidio. Y ello se ajusta en el derecho internacional a lo que se constata en la actualidad en esa región del Oriente Medio, son más de 7 mil muertes y un considerable número de heridos e incapacitados, entre ello miles de menores de edad, familias enteras destruidas.
No se puede ser indiferente a masacres como esas, vengan de donde vengan, hasta las guerras ( que no debían existir jamás) tienen regulaciones jurídicas y también morales. No se puede castigar tan salvajemente a una población entera de forma tan extrema y desproporcional.
No solo se agrede a Gaza, sus ciudadanos son también bloqueados y prevalecen en condiciones infrahumanas; carencia de alimentos, agua potable, servicios de salud sin recursos básicos, ni electricidad o combustible para el funcionamiento de aspectos elementales de supervivencia para unos dos millones de personas.
¿A dónde ha ido a parar el respeto a los derechos humanos enarbolados por Washington y algunos de sus aliados que obstaculizan el cese definitivo de la agresión entre las partes y esencialmente la fluidez de ayuda humanitaria inmediata y precisa para salvar vidas y encontrar la solución justa y plena de un conflicto que data de más de 70 años?
A pesar de las incongruencias de algunos de los que dictan de forma hegemónica y con doble moral “normas sobre convivencia y derecho humanitario”, tendrá que imponerse la voluntad de paz y el anticolonialismo que prevalece en la inmensa mayoría de los países del mundo.
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