La situación en el Oriente Medio con la sistemática agresión de Israel contra el pueblo palestino de Gaza se torna cada vez más peligrosa por cuanto se puede extender y acarrear consecuencias impredecibles para las naciones árabes de la región. Y también para la población civil israelí, víctima de un gobierno sionista con prácticas expansionistas y neonazis, ajenas a esta era de civilización humana.

Y resulta preocupante que un país como Estados Unidos y algunos de sus aliados de Europa, “autoproclamados defensores de los derechos humanos, la no intervención y la democracia” apoyen o silencien las atrocidades que sufren hoy, y no por vez primera, los habitantes de la Franja de Gaza, además del asedio a campos de refugiados.

Ningún gobierno o persona de buena voluntad puede ser indiferente o complaciente ante cualquier acto extremista que lacere vidas de personas, y el terrorismo en cualquier manifestación es condenable.

Pero la represalia desproporcionada de la administración de Tel Aviv presidida por el señor Netanyau con bombardeos indiscriminados a hospitales, escuelas, edificaciones civiles, iglesias y población en general, y de forma genocida, contra el sufrido pueblo palestino, (antes despojado de sus tierras a causa de invasiones y asentamientos judíos ilegales) es una afrenta a la humanidad, a la vez que es violatorio del derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas y tiene rechazo universal.

Mientras no se respete el derecho de Palestina a contar con un Estado independiente con iguales oportunidades para el desempeño de su sociedad como las del vecino Israel, el conflicto no podrá erradicarse definitivamente. Y es un imperativo de la comunidad mundial su solución.

¿Por qué no se cumplen las resoluciones de la ONU establecidas hace años para solucionar esta problemática? Cómo puede concebirse que miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas veten el poner fin a los ataques y ofrecer ayuda humanitaria a un pueblo carente de recursos para salvar vidas en hospitales, alimentar niños, mujeres, ancianos, y población originaria.

Este tipo de actitudes que solo responden a intereses hegemónicos deben cesar. Está en riesgo la supervivencia de civilizaciones y la propia existencia del planeta, ante tantos disparates asumidos por centros de poder carentes de racionalidad y sensatez, y capaces de desencadenar guerras nucleares y de exterminio en masas otrora acontecidas.

No olvidar jamás la era del nazifascismo y su estrategia maquiavélica e infame de limpieza étnica, contra el entonces pueblo judío. Esas oprobiosas políticas deben erradicarse de la faz de la Tierra.

Las lecciones de la historia contempladas durante la II Guerra Mundial y el fomento del fascismo y el colonialismo salvaje no pueden repetirse en un siglo (XXI) en el que se aposta al Desarrollo Humano, a la confraternidad y las relaciones de respeto a la autodeterminanción de los pueblos lo cual representa conquistar la paz.

¡Cese la guerra y la barbarie! El mundo demanda vivir en armonía y buena vecindad, sin amos ni dueños.

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