No es nueva la postura injerencista del señor secretario de la Organización de Estados Americanos, Luís Almagro. Este resulta cada vez más criticado por su actitud intervencionista en los asuntos internos de las naciones, y es rechazado por varios gobiernos y pueblos de la región que han sido víctimas de sus políticas serviles a Washington y a centros de poder hegemónicos del continente.

El señor Almagro no representa los intereses de las grandes mayorías de los países de América Latina y el Caribe. Cuenta con récord de declaraciones disparatadas que muestran su doble rasero moral y de asedio a gobiernos progresistas y de izquierda antepuestos al salvaje neoliberalismo y a las tradicionales recetas golpistas que potencia con estrategias de manipulación de la información a través de la OEA y medios de comunicación parcializados y financiados por instituciones establecidas, con fines subversivos.

Una de las expresiones más pedestres de este señor (el cual por su cargo debía preocuparse más por el desarrollo sostenible y con justicia social de la región, y no por azuzar desestabilización y golpismo) tuvo su máxima expresión de vileza con el apoyo ofrecido a la ex presidenta de facto de Bolivia, Jeanine Añez, responsable principal de la violencia y el retroceso de la institucionalidad en Bolivia, luego del Golpe de Estado a Evo Morales Ayma.

Con pretextos y artimañas, Almagro exige la liberación de Añez, quien atraviesa un proceso judicial por varias causas, entre ellas embestidas contra ciudadanos, en su mayoría indígenas que se opusieron al Golpe de Estado. El mundo pudo durante meses constatar la barbarie que se impuso en esa nación que con el Movimiento Al Socialismo, MAS, había alcanzado altos índices económicos y de estabilidad reconocidos por organismos locales, e internacionales.

Sin embargo, ante la masacre y la violencia desatada con el beneplácito de Añez, el señor Almagro hizo silencio, mientras sus expresiones denotando fraude durante el proceso electoral y exacerbaron la desestabilización que fue aprovechada por la rancia oposición de derecha para asumir abruptamente el gobierno y amenazar la vida de Evo y un considerable número de miembros de su gabinete, y también de ciudadanos humildes del pueblo que le apoyaban.

Cuando no hay decoro ni principios éticos, y particularmente no se respetan los postulados fundacionales de la OEA, ocurren acciones como estas: demandar liberar de culpa a la máxima responsable de los muertos y heridos que ocasionó la usurpación del poder por Jeanine, con el visto bueno y el contubernio de la embajada de EE.UU en ese país del sur.

Las cientos de familias bolivianas ultrajadas con la agresividad de fuerzas del orden que cumplieron el cometido dispuesto en el complot orquestado por el alto mando de la policía, el ejército, y la señora presidenta de facto con la oligarquía local, merecen justicia.

Los pobres de la Tierra tienen derecho a la reivindicación y dignificación de sus vidas; los asesinos, abusadores y traidores, en cualquier época y lugar, a ser juzgados por las graves consecuencias de sus actos.

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