Parecía, podría parecer, desde el anaquel un libro menor, uno raro que a priori es difícil enmarcar bajo un criterio de selección.

En el muro del Malecón, de Miguel Barnet (editorial letras cubanas), se lee de una sentada, casi sin respirar. Su autor nos adentra a la ciudad directamente por sus callejuelas, a pequeños cuartos de una Habana que bulle de “voluptuosidades y displicencias humanas”.

En él se reúnen tres relatos –Miosvatis, Fátima o el parque de la Fraternidad y El Moro–, además de Eros & Tanatos, una selección de poemas de la propia editora Bertha Hernández, que forma parte de la segunda sección del texto.

Si en principio las tres historias son independientes, están unidas, como se lee en su contracubierta, por personajes que comparten el escenario de las noches habaneras. En cuanto a los poemas, se agrupan un aproximado de 60, en los cuales se vislumbran las inquietudes temáticas en el universo creativo, social y espiritual de la obra del Premio Nacional de Literatura.

En este volumen, En el muro del Malecón, a la vez que es espacio físico de conjunción, también funciona cual suerte de espacio simbólico y emocional no solo para sus variopintos personajes, sino para la voz detrás de cada poema, a la vez que dialoga con cada lector (habanero o no), removiendo de manera particular la relación de este con aquel rincón de la ciudad.

Aun cuando la parte poética de la compilación se caracteriza por la visceralidad de las pasiones en un tono que me atrevo a asegurar intimista, la parte narrativa ahonda en la preocupación por ciertos estratos sociales que el escritor ya había explorado antes en su conocida tetralogía de novelas-testimonio desde una perspectiva antropológica. Es una segura recomendación para quienes no conocen la obra de Barnet, pues aquí se condensan dos elementos que se buscan en una buena lectura: lo mejor y más genuino de una literatura feroz (crítica) y divertida.

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