Esta es la historia … Fue un frío martes, 30 de diciembre de 1969, cuando llega al aeropuerto de Budapest, Hungría, Juan Coronel, miembro del Partido Comunista Boliviano (PCB), en misión especial camino a Moscú. A su llegada lo espera Sándor Varga, funcionario del departamento de América Latina en el Ministerio Húngaro de Exteriores. Después del saludo, Coronel pregunta a su anfitrión: "Traigo las manos del Che en la maleta. ¿Las quiere ver?…” el funcionario intentó disimular su asombro y llama a su jefe para preguntar si tenía que revisar el contenido de la maleta. La respuesta fue un NO categórico. Pero el peregrinar de aquellas manos mutiladas había comenzado dos años antes. Se inició el 10 de octubre de 1967, un día después de que el Che fuera ejecutado por el Ejército boliviano.

Su muerte resultó no ser suficiente, las circunstancias exigían aún más. El general René Barrientos quien gobernaba el país, era consciente de que la tarea de identificación debía ser cumplida de inmediato y llegó a sugerir que fuera decapitado para mandar su cabeza a Fidel.

Hubo resistencia y negación ante aquella idea. Entonces se ordena el inmediato cercenamiento de sus manos, un dictamen que por más macabro que parezca, tenía un propósito estratégico en plena Guerra Fría.

Bolivia debía demostrar que había cumplido la misión y Estados Unidos tenía que cerrar cualquier posibilidad que le permitiera a Fidel desmentir la muerte del Che, lo que podría mantener encendida la chispa insurgente en el continente. La tarea fue cumplida por un cirujano nombrado Moisés Abraham Baptista, aunque siempre lo negó, como también negó haberse quedado con el reloj del Che, en presencia y bajo supervisión del agente CIA, "Gustavo” y por orden directa de "Toto” Quintanilla.

Para garantizar el proceso de identificación, Barrientos se puso en contacto con su par argentino, el general Juan Carlos Onganía, quien ordenó el inmediato apoyo de la Policía Federal. El 12 de octubre arribó a Bolivia un grupo de expertos argentinos, con el único registro dactiloscópico que existía del Che en Argentina.

Los peritos dactiloscópicos Juan Carlos Delgado y Nicolás Pellicari y el perito escopométrico Esteban Rolzhauze, comenzaron su labor la mañana del sábado 14, en instalaciones del cuartel general de Miraflores, en La Paz. Las manos reposaban dentro de una lata de pintura que había sido rellenada con formol. Al extraerlas, los expertos notaron que los dedos del Che tenían las crestas papilares casi destruidas, no contaban con depresiones ni surcos. Esto les obligó a adherir a los dedos una película de polietileno entintada para después pegarlas a fichas especiales que fotografiaron para poder realizar el exámen.

Ocho horas de trabajo les tomó confirmar la identidad. Al concluir, un oficial Boliviano pregunta a los peritos: "Bueno, pero ¿Ustedes se llevarán las manos? “… Pero sucede que para los vencedores ya no existía valor alguno en aquellos órganos amputados.

La misión se había cumplido a cabalidad y los “verdaderos trofeos” de combate ya habían sido repartidos entre la cúpula militar y los agentes de la CIA. ¿Quién en su sano juicio querría guardar aquel macabro resabio de barbarie?… Nadie. Excepto una persona: Antonio Arguedas Mendieta, ministro del Interior boliviano.

Arguedas, ¡vaya personaje!. Admirador de la Revolución cubana y a la par, agente de la CIA desde el 1964. Marxista declarado y a su vez, verdugo de varios miembros de la izquierda boliviana.

Como ministro del Interior, Arguedas tuvo conocimiento de todas las operaciones militares y policiales que llevó adelante el gobierno de Barrientos para destruir el movimiento guerrillero liderado por el Che. Y a su mando estuvo la persecución de militantes de izquierda ligados al accionar guevarista en el país y la represión para evitar la irrupción de nuevos focos insurgentes.

Pero, tras la muerte del Che Guevara, este personaje Arguedas, buscó "redimirse”, presionado según él, por su familia y cansado de la intromisión “imperialista” de Estados Unidos en Bolivia.

Nunca sabremos si el arrepentimiento de Arguedas fue real o no. Lo cierto es, que fue él uno de los principales responsables de la entrega a Fidel en enero de 1968, de la copia fotostática del diario de campaña del Che y ahora, de sus manos. Mientras el diario viajaba a La Habana, el aún Ministro del Interior se vería forzado a escapar hacia Chile y desde allí a Inglaterra.

La cúpula militar boliviana jamás le perdonaría esta traición. Decide regresar a Bolivia y, a mediados de 1969, es víctima de un atentado en La Paz. Temiendo por su vida, pide asilo en la Embajada de México, pero horas antes de partir nuevamente hacia el exilio se contacta con un viejo amigo, Víctor Zannier Valenzuela, quien ya le había colaborado en el traslado de las copias del diario del Che, para encomendarle una pasmosa misión: desenterrar las manos del Che, que desde octubre de 1967 se hallaban enterradas en su dormitorio, en su casa, y asegurarse luego de que llegaran a Fidel.

Con esta encomienda, comenzaría la travesía de las manos, para lo cual se necesitaría de un pequeño ejército, que fue movilizado por los servicios secretos de las antiguas Hungría, Checoslovaquia, la Unión Soviética y por supuesto los nuestros, para garantizar su buen arribo hasta La Habana.

Entre aquellos efectivos estaba también otro boliviano, Juan Coronel Quiroga. Coronel, de 32 años y "ferviente militante comunista”, fue el elegido para actuar como correo. Asumió la tarea sin chistar, muy a pesar de saber que los sistemas de inteligencia bolivianos monitoreaban cada paso de los miembros del PCB.

Coronel se sentía capaz de campear los riesgos, sin embargo nada le había preparado para su primer encuentro con aquel frasco cilíndrico en cuyo interior se hallaban unas manos. A la par, otro bulto que también se había logrado rescatar del dormitorio de Arguedas, contenía la mascarilla que los militares bolivianos habían tomado del rostro del Che.

Ante las dificultades de este nuevo encargo, Zannier pide ayuda a unos conocidos suyos miembros del PCB. La esposa de uno de ellos trabajaba en la Embajada Húngara que, con la Yugoslava, eran las únicas representaciones diplomáticas del campo socialista en La Paz.

Después de varios meses de consultas entre Budapest y Moscú, Coronel y Zannier reciben instrucciones para viajar a Moscú pero por rutas diferentes, para despistar a los servicios secretos occidentales.

A su llegada a Moscú, los dos hombres esperarían nuevas instrucciones. Zannier viaja de La Paz a París y luego en tren de París a Praga. Y de ahí voló a Moscú. Coronel por su parte, saldría de La Paz ocho días después, con escalas en Lima, Guayaquil, Bogotá y Caracas para llegar a Madrid y seguir hasta Budapest, vía París.

Cargaba un frasco de formol en su equipaje de mano. ¿Quién llevaba las manos del Che? En realidad… ninguno de los dos. Muchos años después, exactamente 36 años, se sabría que en realidad se había optado por recurrir a la valija diplomática para transportarlas, aunque tanto Coronel como Zannier estaban convencidos de que las llevaban consigo. Y así, después de varias semanas de viaje por distintas rutas, se reúnen ambos en Moscú el 4 de enero de 1970.

Por su parte, informes confidenciales hicieron posible reconstruir la ruta de la valija con las manos amputadas. De La Paz a Santiago de Chile, luego a Montevideo donde pasaron la noche en la caja fuerte de la Embajada húngara, luego Buenos Aires, París y Budapest, siempre bajo la custodia de dos correos con inmunidad diplomática, luego a Moscú y de ahí a su destino final, Cuba.

A la pregunta que muchos se hacían del por qué tuvieron que viajar hasta Moscú, la respuesta es simple, la inteligencia soviética quería examinar las manos y comprobar su autenticidad, antes de mandarlas a La Habana. Cumplido este objetivo, los soviéticos dan el visto bueno para que los dos bolivianos culminaran el viaje. En este punto sucede algo con lo que Coronel no contaba. Nuestra embajada cubana le prohíbe volar a La Habana, por pertenecer al partido que había traicionado al Che y a su guerrilla. Ahora Víctor Zannier, o el agente "José” para los servicios de Inteligencia de la antigua Checoslovaquia, sería el único encargado de resguardarlas en su último tramo.

Viaja con la valiosa maleta a sus pies, repasando una y otra y otra vez, las palabras que solemnemente expondrá al Comandante Fidel cuando le toque tenerlo en frente, para estar a la altura de las circunstancias en las que se ha jugado la vida.

Es martes, 6 de enero de 1970, cuando las manos de Ernesto Che Guevara, el Comandante "Ramón o Fernando”, por fin llegan a casa: Cuba. Unas semanas después, en la plaza de la Revolución, nuestro Comandante en Jefe Fidel, daría las gracias públicamente a aquellos anónimos amigos que habían puesto en riesgo sus vidas, para que estos sagrados despojos reposen hoy, en suelo de Cuba.

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