Es durante estos días de septiembre pero de 1961, específicamente, a partir del 20 y hasta el 29, que se pretende llevar a cabo un ambicioso plan terrorista ideado por la CIA, que incluía el asesinato de nuestro Comandante en jefe Fidel.

Esta es la historia…

Esta fue una de esas operaciones bien complejas operadas por nuestra Seguridad del Estado, pues abarcaba tres frentes. Un primer objetivo, sabotear las tiendas por departamentos Sears, Fin de Siglo, J. Vallés y Ultra. Además, dinamitar el acueducto de La Habana y la Papelera Nacional. Esta parte a cargo del contrarrevolucionario Manuel Izquierdo, alias Aníbal.

El segundo, servir de apoyo a una pequeña red de espías que radicaba en la base aérea de San Antonio de los Baños, donde se instalaría una escuadrilla de aviones Mig-15, de fabricación soviética, que estaban a punto de arribar a Cuba. La red enemiga estaba a cargo de Octavio Barroso, alias César, quien tenía reclutado a un teniente dentista de la base aérea y esto era parte de las prioridades que la CIA había fijado.

Y un tercer objetivo y que no podía faltar, asesinar a nuestro Comandante en jefe, para lo cual se valdrían de la experiencia de un agente CIA, el terrorista Antonio Veciana, alias Víctor, y un grupo de colaboradores reclutados por él.

Desde el viernes, 28 de julio de 1961, José Pujals Mederos, designado “enlace principal de la CIA en Cuba”, y quien se había librado de caer preso por muy poco cuando la operación Patty Candela, se había infiltrado en nuestra Isla por un punto de la costa norte de la provincia de La Habana, muy cerca de Puerto Escondido.

Dos días después de su infiltración Pujals se reunía con Reynold González y Antonio Veciana, en una finca situada en El Wajay, perteneciente a un miembro del grupo nombrado Amador Odio para explicar con lujo de detalles las orientaciones recibidas de la CIA. Partían del supuesto de que cuando se efectuaran los actos de sabotaje y terror planeados, Fidel convocaría al pueblo, como antes lo había realizado, en la explanada del Palacio Presidencial y ésa sería la ocasión para asesinarlo.

En ese encuentro se acuerda que el nombre clave sería "Cuba en llamas”, y que la fecha de comienzo sería a partir del 20 de septiembre de 1961.

El martes 8 de agosto de 1961, amaneció nublado en La Habana. Pujals llevaba 10 días infiltrado y también se nublaría para él. Muy temprano sale de una casa situada en la barriada de Miramar, donde se escondía, y bajó caminando hasta la Quinta Avenida a la espera de un taxi que no tardó en recogerlo y partió rumbo a la calle 19 entre Paseo y A, en El Vedado.

Después de bajarse, caminó varias cuadras como medida de contrachequeo, regresó de nuevo sobre sus pasos y se dirigió a un edificio de apartamentos en el que penetró hasta el segundo piso. Allí lo aguardaba Octavio Barroso, alias César, el hombre que tenía la información militar más valiosa del momento: el ensamblaje de los aviones soviéticos Mig-15, llegados recientemente a Cuba y el estado de preparación de los pilotos cubanos que debían tripularlos.

Ambos pasaron a la terraza del apartamento, mientras la madre de César les preparaba un café. La actividad de los dos agentes reclutados recientemente era el objetivo de la reunión. El cadete Francisco Crespo y el teniente dentista José Muiño informaban de la preparación de los aviones soviéticos en San Antonio de los Baños. Todavía los aparatos eran tripulados por “rusos”, pero Muiño señalaba que pronto regresaría un grupo de pilotos cubanos que se entrenaba en Checoslovaquia. En dos meses, calculaban, la primera escuadrilla de Mig-15 estaría en plena disposición combativa.

Un toque a la puerta los hizo ocultarse en un recodo de la terraza. Era un "inspector” de la vivienda en busca de algunos datos y fue atendido por la madre de Barroso. Momentos más tarde, cuando Pujals explicaba a su anfitrión la necesidad de que sólo se dedicara a atender a la red de agentes militares y no se expusiera en otros tipos de actividades conspirativas, otro toque en la puerta los hizo esconderse de nuevo. Era el mismo inspector de la vivienda, que regresaba para insistirle a la madre del conspirador en la necesidad de que tuviera todos los documentos de la casa en orden, para que pudiera ser beneficiada con la Ley de Reforma Urbana.

El “inspector” de la vivienda... era realmente Alberto Santana Martín y agente del G-2, a quien su jefe "El Flaco” Blanco, había dado una orden de trabajo: ubicar al agente de la CIA, Octavio Barroso. La única seña conque se contaba era la dirección donde vivía su mamá. Así que sobre las diez de la mañana, se presentó en el apartamento y se identificó como inspector de la Reforma Urbana.

Al percatarse de que en la terraza había dos hombres que trataban de ocultarse, cuando sale al pasillo para marcharse, brinca por una ventana hacia el alero del edificio. Desde allí pudo observar que uno de los hombres era el mismo que tenía en la foto; y el otro tenía en la cintura una pistola. Así que bajó del edificio y solicitó ayuda. Al poco rato una patrulla del G-2 llegó y todos subieron al apartamento.

Toca de nuevo y cuando la señora le atiende, le explicó que tenía que hacerle otras preguntas sobre la vivienda, la señora abre la puerta, y aprovechan para entrar en la terraza, donde detienen a los dos sujetos sin tiempo a reaccionar. Pujals declaró inmediatamente su misión principal. Explicó la reunión con Reynold González y Antonio Veciana y los objetivos de la Operación Liborio; sólo que no confesó las fechas ni los lugares acordados para los encuentros. También denunciaron a los espías militares de la base de San Antonio que rápidamente fueron detenidos.

Por una parte se contaba con la información, pero no se sabía ni cuándo ni dónde. En ese sentido, los contrarevolucionarios tenían una gran compartimentación, lo que dificultó la tarea. Comenzó entonces para el grupo de trabajo una verdadera pesadilla. Noches en vela reunidos para pasar revista a cada nueva información que se obtenía diariamente.

No fue hasta un viernes, 15 de septiembre de 1961, que Antonio Veciana se reúne para impartir las últimas instrucciones al comando encargado de asesinar a Fidel. Los había citado para el apartamento 8A del edificio marcado con el número 29 de la Avenida de las Misiones, a un costado del Palacio Presidencial, facilitado por el agente CIA radicado en La Habana, David Phillips. Quien también facilitó las armas para dicho propósito y que fueron cuidadosamente ocultas en una falsa pared de un closet.

Allí se encontraron José Manuel Izquierdo (Aníbal); Bernardo Paradela (Angelito); Raúl Venta del Mazo (Chiquitico) y Noel Casas Vega, (El Pelao). Todos eran hombres de acción; unos procedentes del MRP otros lo eran de Rescate y del Segundo Frente del Escambray. Veciana mostró algunas de las armas, incluida la bazuca con la que se pretendía disparar contra nuestro Comandante en jefe.

Raúl Venta del Mazo, quien se había entrenado en la República Dominicana y encargado de dispararla, se incorporó de su asiento, tomó la bazuca y se acercó a la ventana. Desde allí se dominaba toda la terraza norte del Palacio Presidencial. Colocado en posición de tiro, recorrió con la mirilla todo el objetivo: no se podía fallar. La distancia era lo suficientemente corta como para hacer impacto al primer disparo.

Veciana describió que se iban a realizar un amplio plan de sabotajes en toda La Habana, lo que provocaría que Fidel convocara al pueblo, para un acto allí en Palacio. Oportunidad que sería aprovechada para disparar con la bazuca y luego dejar caer, desde la ventana, varias granadas que explotarían justo en medio de la concentración popular. La confusión y el caos serían aprovechados para huir, vestidos con uniformes de milicianos que tenían guardados.

Departamento de Seguridad del Estado, La Habana, Cuba. Noviembre 1961…

(…) el 29 de septiembre de 1961 fue el día escogido para desencadenar el plan terrorista. José Manuel Izquierdo, alias Aníbal, fue el encargado de la distribución de los materiales que se utilizarían. Para sabotear Fin de Siglo se designó a María de los Ángeles Abach Dib, más conocida como Mery, la cual sería llevada hasta el lugar por Ernesto Amador del Río. En horas de la mañana fueron al domicilio de Mery los complotados Dalia Jorge, José Manuel Izquierdo y un tal Kike; distribuyéndose las conocidas “petacas” que contenían material explosivo C-4. Para el sabotaje de Ultra se designó a Alina Hiort, quien no pudo ejecutarlo, por ser detenida antes. Para J. Vallés fue escogida una pareja de “Rescate”, que no ha podido ser identificada, al igual que la de La Época. El sabotaje en el hotel Capri debía efectuarlo Joaquín Alzugaray, a quien se le entregaron dos petacas, mientras que, para efectuar las acciones terroristas, contaban con bombas, medios incendiarios y “fósforo vivo” entregados a Raúl Fernández Rivero, el que debía distribuirlos en el sector estudiantil…

Ese día, el 29 de septiembre, a las 17:50 hrs, fue detenida Dalia Jorge Díaz en el momento en que colocaba las mencionadas “petaca” dentro de la tienda Sears, donde quedó neutralizada por la vigilancia de la empleada Élida Salazar (…)

No contaron con la detención del grupo encargado de los sabotajes. Así que al enterarse de la detención de la mayoría de los terroristas encargados de incendiar los objetivos previstos, y saber que por ende no se convocaría al pueblo a ninguna concentración, se piensa en otra fecha. Por esos días se había anunciado el regreso del presidente Osvaldo Dorticós de una gira por los países socialistas, y el recibimiento que la población de la capital le efectuaría en la explanada, al norte del antiguo Palacio Presidencial. Esa fue entonces la fecha acordada para el atentado al jefe.

Pero ya no tendrían oportunidad. Se procede a detener a Izquierdo, a Raúl y a Noel. Veciana logra huir del país, dejando embarcado al resto del grupo del apartamento de Misiones, el que se retiró del lugar antes de ser ocupado por nuestra Seguridad. Allí se encontraron la bazuca, varias subametralladoras modelo 25 de fabricación checa, granadas de fragmentación y los uniformes de milicianos.

Días más tarde, se capturó a los dirigentes principales, incluido su coordinador nacional, Reynold González, y se ocupó un arsenal de armas en la casa de seguridad del grupo radicada en la calle 202 No. 2117, reparto Siboney. Allí fueron incautados un mortero de 60 milímetros con ocho obuses, una ametralladora calibre 30, cuatro fusiles Garand, tres fusiles M-1, cuatro subametralladoras Thompson, gran cantidad de materiales explosivos y municiones.

Y ese sería el final de la Operación Liborio.

(Agradecemos al GD Fabián Escalante Font Fundador de nuestros servicios de Inteligencia y ex jefe del Departamento de Seguridad del Estado (DSE). Y a los amigos del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad de Estado (CIHSE - DGI)).

Ver además:

El Comandante en jefe pudo morir en Chile