En la hermana República latinoamericana de Chile se suscitó el 11 de septiembre de 1973 una de las más abominables y repudiadas acciones de la ultraderecha fascista, en contubernio con la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA), con la anuencia de Washington, el Golpe de Estado al legítimo presidente de ese país, Salvador Allende, el cual por elecciones democráticas en 1970 había asumido el gobierno de la Unidad Popular y respondía a los intereses de las mayorías de ciudadanos, de los más desposeídos y olvidados por décadas, de la nación.

Foto: Tomada de Redes Sociales

Allende se oponía a la expoliación de los recursos naturales del país por transnacionales foráneas en contubernio con la oligarquía nacional con ambiciones de poder, en detrimento de las perentorias necesidades del pueblo.

El hecho de que un gobierno progresista asumiese la dirección del Estado resultaba trascendente, y defender los intereses económicos nacionales, más legislar para las grandes masas de la población y no solo para las élites, era incompatible con las ambiciones de poder de la burguesía de turno y de quienes hasta entonces manejaban los designios económicos-financieros del país, compañías extranjeras, esencialmente norteamericanas.

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Ese fatídico día 11, luego de feroces campañas de desinformación y tergiversación de la realidad chilena de entonces, se consumó la traición de oficiales del ejército; tropas y aviones de la Fuerza Aérea atacaron, bombardearon, el Palacio de la Moneda, comprometidos con Washington y los oligarcas internos. Fueron financiados, como es tradicional, medios de comunicación opositores para sucias estrategias de desestabilización, y de esa abominable manera los conjurados fueron vulnerando derechos humanos y democráticos de la Constitución, y leyes internacionales.

Luego de la heroica resistencia del mandatario y sus allegados en posiciones de combate en la sede de gobierno, Allende moría como digno representante de su pueblo y honorable Presidente, sin ceder a la rendición y salida de su Patria propuesta por los también traidores de la Carta Magna.

Publicaciones y documentos desclasificados reflejan cómo entonces los organismos de inteligencia naval de Estados Unidos tenían libre acceso a las dependencias de la Armada y al Ministerio de Defensa, y señalan que la parte del golpe naval se realizó bajo la cobertura de la Operación UNITAS, añadiendo que muchos de los oficiales de la Office of Naval Intelligence que participaron en las etapas previas y en las acciones primeras del golpe estaban embarcados en buques de la Armada de los Estados Unidos y navegando en las afueras de Valparaíso, lo que subraya la implicación de Washington, algo que desde entonces venia denunciándose.

La asonada golpista trajo consigo la creación primero de una junta militar liderada por el principal complotado, Augusto Pinochet, entonces jefe del ejército, fascista responsable principal de la desaparición, tortura y muerte de miles de chilenos que apoyaban a su dignatario, o simplemente, no compartieron los métodos criminales instrumentados, y la deslealtad de los implicados.

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La dictadura militar impuesta cometió atrocidades y sistemáticas violaciones de derechos humanos, se disolvió el Congreso y silenciaron partidos y medios de expresión que condenaron el golpe que sumió al país en frustración y sin democracia alguna.

En su último discurso a la nación desde el Palacio y antes de ser silenciado por los traidores, Allende se dirigió a su pueblo, a través de Radio Magallanes, y con voz firme expresó: “Esta será, seguramente, la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron…Ante estos hechos sólo me cabe decirles a los trabajadores: Yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza…”.

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Hoy el pueblo chileno ha dignificado la memoria de su legítimo presidente Salvador Allende, y los hombres y mujeres por los que luchó y entregó su vida le rinden el merecido tributo a este también héroe de Latinoamérica que con el honor y la honradez de sus acciones es acreedor del amor de sus compatriotas y de los pueblos de la región que no olvidan, jamás, la barbarie que significó ese Golpe de Estado para la región y el mundo.

¡Gloria eterna a Salvador Allende y a todos los mártires de la asonada golpista en Chile!

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