Transcurria el año 1952 y la Isla seguía urgida de cambios estructurales profundos que erradicasen la condición neocolonial impuesta desde el inicio de la República Mediatizada. En ese contexto el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) mostraba ser el mejor candidato para sanear las politicas de corrupcion y entreguismo de entonces, miéntras el Partido Acción Unitaria representado por Fulgencio Batista, no parecía tener posibilidades de alcanzar la victoria.

Y el 10 de marzo de ese año en curso, Batista, (el preferido de Washington por su actitud servil a los Estados Unidos) se dispuso a dar un golpe de Estado contra el presidente electo constitucionalmente, Carlos Prío Socarrás. Ese día se dirigió a la Fortaleza Militar de Columbia, tras una caravana compuesta por sicarios de la policía motorizada al mando del connotado asesino, Rafael Salas Cañizares, quien luego sería uno de los mayores criminales de esa dictadura.

Al mismo tiempo el golpista con apoyo del ejército y fuerzas represivas a su servicio derogó la Constitución de la República que estaba vigente y contemplaba para su época, aspectos avanzados.

A partir de entonces se sucedería un régimen de represión brutal contra trabajadores, estudiantes y miembros de partidos progresistas los cuales serían objeto de censuras, persecución y enjuiciamiento.

A partir del escenario golpista, los cubanos con protagonismo de sus jóvenes se manifestaron contra la abominable traición al pueblo, denunciando el accionar de Batista y sus secuaces.  El joven Fidel Castro Ruz, sin rodeo alguno, con dominio de las leyes y profundo fervor patriótico dio a conocer las reales intenciones de la asonada golpista. Y a solo unas horas del suceso, señaló públicamente:  

“Su golpe es (…) injustificable, no se basa en ninguna razón moral sería ni en doctrina social o política de ninguna clase. (…) Su mayoría está en el Ejército, jamás en el pueblo. Sus votos son los fusiles, jamás las voluntades; con ellos puede ganar un cuartelazo, nunca unas elecciones limpias…”.

De manera infame bajo ese sistema de represión, miles de jóvenes fueron encarcelados, torturados y desaparecidos durante los sucesivos años de dictadura feroz.

Fidel consciente de que no existía otra opción para derrocar al tirano, decidió junto a otros revolucionarios, iniciar el proceso de contienda contra los desmanes y abusos del régimen batistiano.  

Vendría entonces, el Moncada, el desembarco del Granma y la lucha clandestina en las ciudades y la Sierra Maestra, hasta alcanzar el triunfo definitivo de Enero de 1959 contra una de las dictaduras más sangrientas del continente americano.

Otras informaciones:

La explosión del vapor francés La Coubre demostró la degradación moral y humana de los enemigos de Cuba