Gerardo Abreu Fontán, uno de los jóvenes más aguerridos de los combatientes del Movimiento 26 de Julio en La Habana tuvo la responsabilidad de dirigir brigadas juveniles, clandestinas, y de manera intrépida realizó una importante actividad de enfrentamiento a la dictadura.
Se caracterizó por su humildad y sufrió vejámenes por su condición de pobre y negro ante los desmanes de los gobiernos de turno en la “era republicana”, y particularmente después del golpe de Estado de Fulgencio Batista en 1952, al incrementarse la represión y persecución de los revolucionarios.
Fue afiliado del Partido Ortodoxo, organización que durante esa etapa denunciaba la corrupción instituida en la esfera administrativa y estructuras del gobierno. Había logrado el respeto de sus compañeros y gozaba de prestigio por su valor y conducción en el complejo contexto de la lucha clandestina.
Luego del Moncada y la posterior liberación de Fidel y demás combatientes ante la presión popular, el joven Fontán pasa a otras tareas de propaganda y fue capaz de mantener en jaque a los sicarios del régimen con letreros contra la tiranía impuesta en el país.
A partir del desembarco del Granmam en diciembre de 1956, dirigido por el máximo líder del Movimiento, Fidel Castro, las misiones riesgosas de Fontán se incrementaron, y a partir de entonces las huestes represivas le persiguieron implacablemente, mostrando odio hacia el joven que crecía como combatiente luchando por la justicia ante el yugo opresor que mantenía subyugada a la nación, y sostenía una profunda desigualdad social, de clase y raza.
El 6 de febrero de 1958, reconocido por esbirros de Esteban Ventura Novo fue perseguido hasta ser apresado por casquitos de la policía batistiana, llevado a la otrora y tenebrosa Novena Estación de Policía donde fue torturado salvajemente en busca de información sobre las células del 26 que operaban por la capital, e interrogado brutalmente para que señalase la ubicación de las armas. Sin embargo, a pesar de la barbarie contra su integridad física, (unas 15 perforaciones con armas y 57 punzonazos, además de sus órganos genitales destrozados y cortado su lengua), no delató a ningún compañero, ni ofreció dato alguno a sus captores.
Murió como solo lo hacen los gigantes, los héroes y mártires de la Patria. Pero su ejemplo y legado está en miles de jóvenes cubanos que continuaron su obra emancipadora y arrojo frente a la ignominia batistiana hasta conquistar la plena independencia en enero de 1959, la libertad por la que Fontán y cientos de cubanos lucharon, y ofrendaron su vida.
Hoy varios centros educacionales, recreativos, deportivos e instituciones llevan con orgullo su nombre y rinden tributo, junto a su pueblo, a este digno hombre que se mantuvo firme en sus ideas y convicciones, hasta su último aliento.
Otras informaciones: