Con suficiente perspicacia para aplastar humillantemente a sus rivales de la politiquería, el dictador Fulgencio Batista no tuvo igual sagacidad para notar que estaba sentado sobre polvorín dinamitado, que habría de estallar en sus narices, primero, el 26 de julio de 1953, para luego volver a detonar, otra vez en las calles del Santiago hospitalario, heroico y rebelde, el 30 de noviembre de 1956, dos años antes de que su maquinaria de muerte pronorteamericana fuera aplastada por el empuje de las fuerzas más revolucionarias de la Isla, en aquel período.
La corajuda acción es harto conocida, pero por ello deja de emocionar ni ha perdido trascendencia: un grupo de jóvenes –con Frank País, a la cabeza- intentaría movilizar y distraer a las fuerzas del régimen, con el propósito de garantizarle al yate Granma y a sus 82 expedicionarios, liderados por Fidel, un desembarco sin álgidos contratiempos, en costas orientales.
Frank, un joven de excepcionales condiciones, comanda el levantamiento, en el cual toman parte otras figuras de igual talla como Armando Hart, Ramón Álvarez y Baudilio Castellanos, y hasta mujeres, igual de valerosas y abnegadas, entre quienes figuraban Vilma Espín, Gloria Cuadras y María Antonia Figueroa.
Es significativo cómo este alzamiento, si bien serviría de apoyo a los expedicionarios, también evidenció un estado de madurez y de profundización de los conceptos de lucha por una emancipación plena, que desembocaran en estrategias alejadas de los paños tibios, con las que algunos –ingenuamente- creían podría limpiarse una sociedad podrida hasta los tuétanos y armada hasta los dientes por sus amos norteamericanos.
Los imberbes revolucionarios santiagueros pretendían tomar las estaciones de la Policía Nacional y la Policía Marítima, y el ya célebre cuartel Moncada; también, a la par, poner en movimiento una larga cadena de sabotajes a a las comunicaciones, el transporte y otras actividades vitales, y aunque fracasaron en los fines generales, sí lograron poner en tela de juicio la manoseada y asfixiante idea de que “habría Batista para rato”.
Cuando Frank cae asesinado el 30 de julio de 1957, el golpe estremece hasta ls fibras al líder guerrillero Fidel Castro. Sabía que el movimiento revolucionario había perdido uno de sus pilares principales. Frank, con apenas 23 años, constituía una verdadera pesadilla para la dictadura y era un faro luminoso y un guía querido y admirado para los combatientes del Ejército Rebelde y la clandestinidad.
Ni casualidad ni simpatías. Frank nació un 7 de diciembre (1934), el mismo día que cayera en combate el Mayor General Antonio Maceo (1896) porque era heredero del legado de Titán de Bronce y pertenecía a los de su misma estirpe, y nadie como él representaba la continuidad de sus ideales. Si llegó a Jefe Nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio (M-26-7) e integrar su Dirección Nacional, fue porque le sobraban méritos.
Frank, junto a Fidel y otros integrantes del M-26-7, trazó planes, definió estrategias para intensificar la lucha, envió armas y hombres para reforzar el empuje guerrillero, devino eje fundamental del Movimiento…
El 30 de noviembre, cayeron Tony Alomá, Pepito Tey y Otto parellada, pero su muerte no fue en vano, Santiago había vestido, por vez primera, el invencible verdeolivo… Batista, creyó que al aplacar (momentáneamente) el estruendo de las balas en las calles de la Ciudad Héroe, que se afianzaba en el poder y en realidad ·habría Batista para rato”. Pero el sátrapa, como en julio de 1953, volvió a equivocarse. El Santiago, indómito, del 30 de noviembre otra vez habría de multiplicarse y esta vez no hubo ni dictadores ni ejército capaz de detenerle.
Soy del criterio de que si no fuese por el costo en vidas y en lo social, casi podríamos agradecer el aprendizaje tan profundo que nos dejó aquella sangrienta dictadura, Créanme, cualquier sacrificio en defensa dela Revolución habrá de valer la pena.
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