El Generalísimo de las Guerras de Independencia en el siglo XIX, Máximo Gómez Baez, a pesar de ser oriundo del poblado de Baní, en República Dominicana donde nació el 18 de noviembre de 1836, dedicó sus conocimientos militares, estrategia, espíritu de solidaridad y sentido de patriotismo y justicia a defender al hermano pueblo latinoamericano de Cuba.
Tuvo un rol destacado en la contienda de 1868 que se extendió por Diez Años y tuvo continuidad con la Guerra Necesaria de 1895 a la cual se sumó luego de llegar a la Isla e identificarse con los ideales emancipadores de los criollos que enfrentaban los desmanes de los colonialistas españoles. Al mismo tiempo se opuso a la abominable situación que imponía el sistema esclavista imperante, por lo que se unió al Ejército Mambí unos seis días posteriores al Grito de la Demajagua dirigido por Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria.
Gómez demostró rápidamente sus dotes de estratega militar, aplicó tácticas ingeniosas, de guerra de guerrillas frente a los peninsulares. Participó en importantes batallas y conquistó varias ciudades frente a las huestes españolas.
La Batalla de las Guásimas es considerada una de las más grandes de la Guerra de los Diez Años en la cual se enfrentó el Generalísmo y su tropa, menos numerosa, a unos 3 mil hombres en armas con que contaban los invasores.
Por sus méritos y coraje manifiesto en los combates fue ascendiendo en el Ejército Libertador hasta llegar a Mayor General y ser reconocido como el Generalísimo por su valentía, inteligencia, disciplina y austeridad. Era temido por el enemigo con su machete en mano junto a su caballería, factores que identificaban las batallas de los mambises.
También fue destacado en su cruce por la Trocha Júcaro a Morón y a pesar de los flagelos de esta contienda relacionados con cuestiones de regionalismo, prácticas caudillistas y discrepancias entre oficiales mambises, él gozaba de prestigio y determinación ante su tropa y jefes en acción en la manigua redentora. Fue nombrado Secretario de Guerra en 1877 por la Cámara de Representantes de la República en Armas, y renunció meses después por la desunión que se gestó en las fuerzas rebeldes que dio al traste con el Pacto del Zanjón en 1878, documento que ofrecía una “paz sin independencia” por parte de la Corona Española, decidiendo entonces Gómez salir del país, residiendo en varios países de la región.
Estando en Costa Rica restablece contactos con el General Antonio Maceo y luego con el apóstol José Martí quien ya organizaba la Guerra del 95, continuidad de la del 68 y Tregua Fecunda que mantuvo vivo el sentimiento patriótico e independentista de los cubanos.
Martí y Maceo lo incentivaron a continuar la lucha, comenzaba la organización, el financiamiento y la creación del Partido Revolucionario Cubano ideado por el Maestro para sustentar la unidad y encauzar la nueva epopeya frente a España. Los veteranos de las anteriores gestas coincidian en que Gómez era el indicado para liderar como General en Jefe, y Maceo el Lugarteniente General.
En 1888 firman en Dominicana el Manifiesto de Montecristi dejando claro el carácter popular y democrático de la gesta, y el de la República a ser fundada, “...con todos y para el bien de todos”.
Dadas las condiciones inician la Guerra Necesaria con el alzamiento de Baire y la posterior llegada de Gómez, Martí, y los Maceo. Esta campaña redentora potenció extender la invasión de oriente a occidente con adecuada coordinación y empleo de accionar de guerrilla.
Gómez desarrolló el reconocido "Lazo de la Invasión", con movimiento de retroceso de unos kilómetros ante las huestes españolas, destruyendo las líneas férreas hacia el Oriente, y luego avanzando significativamente hacia Occidente, volviendo a cortar todas las comunicaciones hasta en el Oeste, dejando a su paso cientos de enemigos en el terreno con su estrategia guerrillera. Esta consistía en ataques por la retaguardia con cargas breves al machete y retirada, o movidas y ataques por diferentes frentes, y de un lugar a otro, desconcertando a los peninzulares. Y durante su tránsito por La Habana recibió su segunda herida de bala, se trasladaba entonces en cuadrilátero de dos o tres kilómetros de lado, lo cual impactaba a los generales españoles con trayectoria de guerras.
Le estremeció la noticia de la caída en combate de Maceo y con este su entrañable hijo Panchito lo cual manifestó en la sensible carta enviada a María Cabrales, esposa del Titán de Bronce donde expresó: “...Usted que puede, sin sonrojarse ni sonrojar a nadie, entregarse a los inefables desbordes del dolor, llore, llore, María, por ambos, por Usted y por mi...”
En momentos de la intervención norteamericana en la guerra, en 1898, Gómez continuaba en su misión de combatir y diezmar las ya decadentes tropas españolas y a punto de alcanzar por segunda vez a La Habana para invadirla definitivamente. Y al conocer de la prohibición de entrada de los mambises a Santiago de Cuba por orden del general estadounidense Shafter, se sintió airado y abatido, consideraba que su condición de extranjero lo limitaba a ejecutar otras decisiones, como no aceptar propuesta para la presidencia de la futura “ República”, de 1902, a pesar del prestigio y el rol importante desempeñado en la epopeya emancipadora.
Se trasladó a la Quinta de los Molinos en La Habana y fue vitoreado al llegar por una muchedumbre que le mostró su admiración y simpatía. Gómez formó parte de la Asamblea del Cerro, y en esta tuvo contradicciones con entes reformistas y autonomistas. El 12 de marzo de 1899, la Asamblea acordó su destitución como General en Jefe del Ejército Libertador, y la eliminación definitiva de ese cargo. Ello aceleró las divisiones y discrepancias en el seno de la organización representativa.
En un manifiesto a la nación, el Generalísimo señaló: “...Extranjero como soy, no he venido a servir a este pueblo, ayudándole a defender su causa de justicia, como un soldado mercenario; y por eso desde que el poder opresor abandonó esta tierra y dejó libre al cubano, volví la espada a la vaina, creyendo desde entonces terminada la misión que voluntariamente me impuse. Nada se me debe y me retiro contento y satisfecho de haber hecho cuanto he podido en beneficio de mis hermanos. Prometo a los cubanos que, donde quiera que plante mi tienda, siempre podrían contar con un amigo”.
En ese contexto e incertidumbre, el pueblo en manifestación desfiló ante la Quinta de los Molinos, condenó la acción de la Asamblea y expresó su solidaridad con este dominicano y cubano, gigante, a la vez que crecían las críticas por doquier sobre los asambleístas lo cual contribuyó a que por presiones populares, posteriormente, el electo presidente Tomás Estrada Palma disolviese el Partido Revolucionario Cubano y la Asamblea, acercándose además a las posiciones e intereses de Washington. El país quedó sin representante para frenar la injerencia estadounidense y desde entonces se vislumbraba el carácter anexionista del dignatario y de miembros de la Asamblea.
El Generalísimo se retiró sin fortuna personal a su villa habanera donde falleció el 17 de junio de 1905. Pero siempre tuvo el amor del pueblo que reconoció y enalteció su legado de servicio incondicional a la Patria cubana con una extraordinaria trayectoria de lucha y estrategia militar, sin precedentes históricos en la Isla, atendiendo a la disparidad de las fuerzas mambisas con respecto al ejército español.
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