Luego de concluir en 1898 la gesta de independencia cubana contra el colonialismo español y producirse la intervención de los Estados Unidos (con el pretexto de la voladura del Acorazado Maine que dio lugar a la Guerra Cubano-Hispano-Norteamericana), la Isla entró en un período de dependencia de Washington.

La administración estadounidense aprovechó la coyuntura de beligerancia entre Cuba y España marcado por las secuelas económicas y sociales del conflicto que mantenía devastado el territorio, para sumarse a la contienda mostrando su “disposición de contribuir a la independencia de la Mayor de las Antillas”, ante la Metrópoli española.

Sin embargo, aunque la nación caribeña entonces logró su emancipación de la Corona española, esta fue condicionada por EE.UU. y pasó a una nueva etapa de subordinación con la creación de una República mediatizada bajo la égida de Norteamérica. Así es nombrado Leonard Wood, médico y militar estadounidense el cual sería el gobernador de Cuba de 1898 a 1901, y tendría como objetivo viabilizar los intereses norteamericanos con el encargo de “ ayudar” a los cubanos a gobernar lo cual trajo consigo algunas imposiciones como la denominada Enmienda Platt firmada en abril de 1898.

Foto: Bohemia

A partir de entonces, la polémica disposición dejaba constancia de las relaciones ulteriores entre Washington y La Habana, siendo esta un apéndice incorporado en 1902 a la primera Constitución cubana, como sustituto a los fracasos de intentos por anexar la Isla, al imperio en desarrollo.

Entre las regulaciones potenciadas por este tratado se encuentran: los términos preferenciales de la relación entre ambos países, e incluye cláusulas muy cuestionadas como las del derecho de intervención militar que conserva Estados Unidos cuando los intereses “se encuentren en peligro” y la imposición de la Base Naval de la Bahía de Guantánamo, al tiempo que faculta al Presidente norteamericano para hacer uso de la fuerza cuando lo considere preciso, y se condicionó el retiro de la ocupación militar a la aceptación de la Enmienda.

Intelectuales, políticos, veteranos de las gestas mambisas, delegados asambleístas y cubanos dignos se opusieron públicamente y también debatieron dentro del órgano su rechazo, y también hubo movilizaciones populares opuestas a la intervención y esa imposición. Existieron diferentes puntos de vista, algunos estuvieron en contra por vulnerar la soberanía, y otros consideraron que era la manera de acabar con la ocupación.

El Tratado estuvo vigente hasta el 29 de mayo del año 1934 en que dicha Enmienda fue abolida, derogándose entonces la cláusula del derecho a intervención de EE.UU, pero sustentándose la dependencia a Norteamérica, a la vez que ratificaba la usurpación de la Base Naval de Guantánamo, porción del territorio que continúa ilegalmente ocupado y ha sido escenario de cárcel y torturas de prisioneros de Washington en las últimas décadas.

Los planes imperiales contra Cuba desde entonces, finales del siglo XIX, estaban trazados, su entrada en la guerra en 1898 para derrocar a España fue una genuina trampa, una forma de intentar perpetuar el dominio norteamericano hacia la Isla y el resto de América, sus apetencias expansionistas han sido siempre consideradas por todas las administraciones de Estados Unidos. De ahí que la Isla sea fiel guardián de su independencia y salvaguarde la unidad y el patriotismo del pueblo ante la voracidad de los centros de poder imperiales.

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