Transcurría el año 1960, y apenas un año del triunfo de la Revolución ya se hacían sentir en la Isla las acciones terroristas orquestadas por sicarios de la otrora dictadura de Fulgencio Batista en contubernio con la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (EE.UU.) y grupúsculos contrarrevolucionarios radicados en Miami los cuales organizaron y financiaron decenas de actos de lesa humanidad contra el pueblo de Cuba.

Durante esos días se venían sucediendo actos violentos contra recursos socio-económicos del país; quema de cañaverales, secuestro de lanchas y pescadores, vuelos ilegales procedentes del Norte, amenazas de invasión, intentos de asesinato a dirigentes, sabotajes, conspiraciones, y planificación de operaciones CIA para subvertir el orden  en el país.

Igualmente por entonces se fueron incrementando desde EE.UU. las campañas mediáticas de desinformación y tergiversación del proyecto revolucionario de amplia participación popular, entre otras agresiones orientadas a los principales programas previstos para el desarrollo de la Isla.

En este contexto y ante la necesidad que tenía la nación caribeña de prepararse militarmente para defender su soberanía debido a las provocaciones e intentos de invasión (incursión armada concretada un año después por Playa Girón en abril de 1961) fueron adquiridos lotes de armamento en Bélgica a través de la Compañía General Transatlántica, Transat, propietaria del barco La Coubre, el cual llega al Puerto de La Habana iniciado el mes de marzo de 1960. 

Y el día 4, encontrándose en el muelle, explotó, provocando alrededor de cien muertos y unos 200 heridos, incluyendo el fallecimiento de seis marinos franceses. La tragedia impactó a todo un pueblo, trabajadores del puerto, personas inocentes que se acercaban a ayudar a las víctimas, en muchos casos también perdieron la vida ante la cadena de explosión continua que se suscitó, luego de la primera.

Ante este hecho de lesa humanidad, el gobierno de Estados Unidos, así como el de Francia no ofrecieron entonces elemento alguno que contribuyese a esclarecer el horrendo crimen, y la gran prensa occidental lo fue silenciando.

Sin embargo, los cubanos consideraron este atroz suceso como parte de un plan de Washington para obstaculizar la adquisición de armas por parte de la Mayor de las Antillas, que precisaba reforzar su defensa ante el acecho sistemático de intervención militar y mercenaria.

Cuba no olvida ese acto infame que enlutó a cientos de familias, pero a la vez produjo en millones de ciudadanos de esta noble tierra un profundo sentimiento antimperialista y desprecio contra quienes cobijan o patrocinan entes terroristas.

Los cientos de víctimas de La Coubre vivirán por siempre en el corazón de su pueblo, que rinde merecido tributo a su memoria.

Vea también:

Generaciones de mambises en Cuba lucharon por una República con todos y para el bien de todos