Una de las concentraciones populares más grandes de la historia fue sin dudas la realizada en la Plaza de la Revolución José Martí el 4 de febrero de 1962.
Ese día el máximo líder Fidel Castro junto a más de un millón de ciudadanos inauguró la Segunda Asamblea General Nacional del Pueblo, la cual daría respuesta a la expulsión de la Isla de la ignominiosa Organización de Estados Americanos que hubo de efectuarse entonces en Punta del Este, Uruguay, entre los días 23 y 31 de enero de ese año, y con motivo de la VIII Reunión de Consultas de Ministro de Relaciones Exteriores, de la también desacreditada OEA.
En esa reunión regional de cancilleres, la administración de Estados Unidos, con presiones y chantajes tradicionales, utilizó como pretexto para aislar a la Mayor de las Antillas, su vínculo con países extracontinentales y la consideración imperial sobre el marxismo, de incompatible con el Sistema Interamericano.
Sin embargo, personalidades de Latinoamérica como el expresidente mexicano Lázaro Cárdenas, el entonces senador chileno Salvador Allende y otras figuras representativas de las corrientes más progresistas y de izquierda de Latinoamérica y el Caribe inauguraban al mismo tiempo de la sesión de la OEA, la Conferencia de los Pueblos que tenía el noble y justo propósito de defender a la Revolución cubana que era acosada por EE.UU. y gobiernos títeres serviles a sus intereses.
Una vez más Washington mostraba su esencia injerencista y de intervención en asuntos internos de otras naciones soberanas, y con esa política de hegemonismo promovió más sanciones económicas y la salida de Cuba de la maltrecha OEA, la misma que por décadas demostró su confabulación con la Casa Blanca y el ser contraria a procesos independientes, antineoliberales y que estén a favor de los más desposeídos, los olvidados de Nuestra América.
Ante ese hostil contexto protagonizado por Washington contra la pequeña, pero digna nación caribeña, ese día 4 de febrero en la Plaza junto al pueblo y la histórica imagen de Martí y vigencia de su pensamiento, el entonces Primer Ministro, Fidel Castro dio a conocer la II Declaración de La Habana, que fue aprobada en consulta popular por más de un millón y medio de compatriotas ahí concentrados.
En ese documento se expresaba la posición de la Isla frente a la hostilidad de EE.UU, gobierno que el día anterior había acordado oficialmente con la firma del presidente Jhon Kennedy, instrumentar la Orden Ejecutiva Presidencial número 3 447, que establecía el bloqueo total a la Isla.
De igual manera, esta II Declaración ratificó los postulados de la I, que también se aprobó en consulta popular el 2 de septiembre de 1960 ante la sostenida postura intervencionista y agresiva de Washington desde el triunfo de 1959, y al mismo tiempo se condenó la ruptura de relaciones diplomáticas por parte de lacayos de la Casa Blanca, reafirmándose que la soberanía de Cuba no era negociable.
Y ante esa marea de pueblo asistente a la Plaza, Fidel señaló: “Porque esta gran humanidad ha dicho ¡basta! y ha echado a andar”, expresión que demostraba la firmeza de los cubanos y la repercusión que tenía en otros pueblos del continente la inquebrantable decisión del país de defender su independencia.
La respuesta a las maniobras desestabilizadoras, al bloqueo del gobierno norteamericano y a la confabulación de la OEA con Washington, fue consecuente con los valores patrios y la esencia antimperialista y anticolonial del proceso revolucionario erigido en la Isla en enero de 1959.
El pueblo de Cuba manifestó su apoyo a la Revolución con ese multitudinario acto y su condición de Primer Territorio Libre de América, al reconocer y validar, no ser traspatio de Estados Unidos.
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