Una de las tantas infamias cometidas por la tiranía batistiana que a tantas familias enlutó durante la década de los años 50 del pasado siglo, fue el asesinato de los jóvenes Ángel Ameijeiras (Machaco), Pedro Gutiérrez y Rogelio Perea (Rogito), acontecido el 8 de noviembre de 1958, en la barriada habanera de la Víbora, calles Goicuría y O´Farrill.
Estos patriotas estaban inmersos en la lucha clandestina contra el dictador que mantenía a la nación avasallada y en condiciones de dependencia económica y política a Washington, lo cual laceraba la independencia de Cuba.
A causa de una delación, los corajudos combatientes y la joven revolucionaria Norma Porras fueron sorprendidos en horas de la madrugada de ese día por las hordas del régimen, en un edificio de apartamentos en el cual se refugiaban. Y con extrema violencia fueron agredidos salvajemente los tres heroicos jóvenes.
De forma desproporcionada, la entonces Inteligencia Militar y policía batistiana cercaron la zona donde se ubicaban los jóvenes y hacia ellos dirigieron ráfagas de ametralladoras pesadas y ligeras, todo un conglomerado de fuego letal hacia la entrada de la vivienda, a lo que los valientes muchachos allí presentes respondieron por alrededor de unas cuatro horas con las pocas municiones con que contaban.
Entonces heridos y tras una avalancha de golpes sobre ellos, los casquitos de la dictadura empuñando armas los sacaron de la casa y, posterior a la aparente detención, fueron asesinados, apareciendo sus cuerpos mutilados en la Casa de Socorros de la calle Corrales, en La Habana. El ejército del sicario informó en la prensa que Machaco Ameijeiras y sus dos compañeros habían muerto en el tiroteo, con el propósito de minimizar los asesinatos cometidos pocas horas despúes de haberlos detenidos.
La compañera Norma ( Gina), que fue la única sobreviviente del hecho, estaba embarazada y había sido capturada herida en la azotea de viviendas aledañas, y en el Hospital Militar los lacayos de Batista solicitaron Certificado de Defunción de la misma, pero fue denegado por el director de esa institución, por lo que fue trasladada a Emergencias donde se intervino quirúrgicamente y llevada luego a Hospital de la Policía y finalmente al Servicio de Inteligencia Militar por el sanguinario coronel Conrado Carratalá, personaje con larga data de torturas y asesinatos de cubanos.
Luego de no poder silenciarse la existencia de la joven viva, fue juzgada y llevada al Vivac de mujeres de Mantilla y a los días a la Cárcel de Mujeres de Guanajay, donde estuvo hasta la alborada del Primero de Enero de 1959, y fue dignificada por la Revolución.
Los mártires de Goicuría son símbolos imperecederos para las nuevas generaciones, la historia los agigantó por su compromiso de servir a la Patria, hasta sus últimas consecuencias.
Y en tributo a su memoria y la de miles de cubanos que han ofrendado sus vidas por la libertad, la juventud consciente de su rol para salvaguardar la soberanía nacional estará siempre en la primera trinchera de defensa del país.
Y como continuadora del legado de los héroes y mártires, no permitirá jamás se instauren nuevamente dictaduras sanguinarias como las de Batista y sus secuaces. Tampoco cejará en el empeño de evitar el regreso a prácticas de colonialismo y salvaje capitalismo todavía presentes en países de Latinoamérica y el mundo.
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