¿Qué decir de una figura como Camilo Cienfuegos? Pocos han tenido una vida tan corta y que haya marcado tanto a un país y a un movimiento revolucionario. Su carisma, su sencillez y su entrega lo hicieron ganarse el cariño de sus compañeros y de todo un pueblo.
Nació el 6 de febrero de 1932, y apenas con 26 años ya era Comandante del Ejército Rebelde y dirigía la invasión a Occidente de 1958. Último en ser enrolado en la expedición del Granma por su escasa preparación militar, siempre fue el primero en el combate.
Al triunfo de la Revolución era uno de sus principales líderes, hombre que con su sola presencia movía multitudes. Joven de su tiempo, que nunca perdió la sonrisa, la jovialidad ni tampoco la responsabilidad de estar en el centro de la historia.
El 26 de octubre de 1959 realizó su última alocución pública desde el Palacio Presidencial. Ahí se habían congregado una multitud en respaldo al proceso revolucionario y contra la agresión extranjera. Entre los oradores estuvieron Fidel, Ernesto Che Guevara, Osvaldo Dorticós, Juan Almeida Bosque, Raúl…
Pero una de las intervenciones más aplaudidas y recordadas fue la de Camilo. Allí, un joven de 27 años -que se había convertido en una figura cimera de la historia patria- le hablaba al pueblo de seguir la lucha frente a las traiciones y dificultades, sin saber que apenas dos días después encontraría la muerte que enlutaría todo un país.
“Porque este acto monstruoso confirma la fe inquebrantable del pueblo cubano en este gobierno, porque sabemos que este pueblo cubano no se dejará confundir por las campañas hechas por los enemigos de la revolución; porque el pueblo de Cuba sabe que por cada traidor que surja, se harán nuevas leyes revolucionarias en favor del pueblo (ovación), porque el pueblo cubano sabe que por cada traidor que surja, habrá mil soldados rebeldes que estén dispuestos a morir defendiendo la libertad y la soberanía que conquistó este pueblo. (…)
“Para detener esta revolución cubanísima, tiene que morir un pueblo entero y si eso llegara a pasar, serían una realidad los versos de Bonifacio Byrne: Si deshecha en menudos pedazos/ se llega a ver mi bandera algún día, / nuestros muertos, alzando los brazos, la sabrán defender todavía… (…) Y que no piensen los enemigos de la revolución que nos vamos a detener, que no piensen los enemigos de la revolución que este pueblo se va a detener, que no piensen los que envían aviones, que no piensen aquellos que tripulan los aviones que vamos a ponernos de rodillas y que vamos a inclinar nuestra frente.
“De rodillas nos pondremos una vez, y una vez, inclinaremos nuestras frentes… y será el día que lleguemos a la tierra cubana que guarda veinte mil cubanos, para decirles: ¡Hermanos, la Revolución está hecha, vuestra sangre no salió en vano!”
Estas fueron sus últimas palabras públicas, pero su memoria quedará por siempre.
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