No precisa de poemas ni canciones –tampoco lo hubiese permitido-; sin embargo, ha inspirado a muchos de los mejores que le hilvanaron coplas y versos que le rinden culto, a quien es un héroe auténtico.

Conmocionada la Isla y el planeta por la noticia de su muerte, se apresuró el bardo y profetizó: La era está pariendo un corazón/No puede más, se muere de dolor/Y hay que acudir corriendo/Pues se cae el porvenir. Y desde entonces una generación entera la hizo suya y la entonó hasta el cansancio.

Pero inconforme Silvio (Rodríguez), en tanto la pieza no mencionaba el nombre de quien le “había mostrado aquella forma de entender la solidaridad”, minutos después armó, para reverenciar otra vez al Che, Fusil contra Fusil: Se perdió el hombre de este siglo allí/Su nombre y apellido son/ ¡Fusil contra fusil!

Y luego, de la misma sensibilidad y las mismas manos nos llegó América, te hablo de Ernesto. Después, Un hombre se levanta. Y otra, y otra: La oveja negra, Hombre, Tonada del albedrío.

Y le seguirá cantando Silvio “porque es emblema, arquetipo humano que sirve de brújula,… inconforme radical, un iconoclasta que puso su pellejo por delante para dar un sentido superior, más que a su propia vida, a la vida de todos”.

Murió como le habría gustado: Con las botas puestas. Le asesinaron, pero matarle sí que no pudieron lograrlo. Fue la suya una muerte muy lamentable y lamentada.

A nombre de oprimidos, indios, negros, obreros, universitarios…, hablaron mandatarios, intelectuales, poetas y políticos. “…su vida fue todo un ejemplo en todos los órdenes”, dijo Fidel, para quien el Che fue un hombre de una integridad moral absoluta, de una firmeza de principios inquebrantable, revolucionario integral…, que por encima de todo resaltaba los valores humanos, los valores morales del hombre”, que hizo del desinterés, el renunciamiento y la abnegación, un sacerdocio.

Entonces (Nicolás) Guillén le habló para ratificarle que Cuba le sabe de memoria. Y Yeyé Santamaría le hizo el mejor de los retratos: “…todo lo que creaste fue perfecto, pero hiciste una creación única, te hiciste a ti mismo, demostraste cómo es posible ese hombre nuevo…”

Y un colega del presente le vio por las ramificaciones nerviosas de una Cuba que transita por senderos espinosos, moviendo el carro de la Revolución; sorteando obstáculos, espoleando la vergüenza y el honor para ascender la cuesta de la redención humana.

Ver además:

Maceo y Che