Este 27 de noviembre se cumplieron 150 años de uno de los crímenes más terribles que cometió el colonialismo español en Cuba, y no tanto por el saldo de vidas cercenadas, sino por las terribles circunstancias en que se cometieron. Todo comenzó apenas tres días antes, cuando enterados que su profesor de Anatomía llegaría tarde, un grupo de estudiantes de Medicina se dirigieron al cementerio de Espada, que funcionaba en esos momentos.

En aquel lugar cortaron una flor y tomaron el carro que llevaba los cadáveres, hechos suficientes para que el celador del camposanto diera parte a las autoridades, aumentando los hechos y declarando que habían rayado el cristal que cubría el nicho donde reposaban los restos de Gonzalo Castañón, anticubano confeso.

Los jóvenes fueron apresados en sus propias aulas al día siguiente, el sábado 25, y pasaron el domingo encarcelados.

Mientras, afuera, una horda de voluntarios que empuñaban las armas contra cubanos que luchaban por su independencia se iban reuniendo pidiendo castigo para un crimen que no había sido tal, pues años más tarde el propio hijo de Gonzalo Castañón, Fernando, reconoció que no había sido profanada la tumba de su padre.

Los hechos se desarrollaron tan rápido como inverosímiles, movidos por los deseos de ahogar en sangre a muchachos que solo habían cometido el delito de ser jóvenes en el momento en que en Cuba se luchaba por la libertad.

El lunes 27 de noviembre se desarrolla el juicio donde el abogado, capitán Federico Capdevila, realiza una defensa que destruyó cada punto de la acusación, salvándolos en este primer momento. Ahí es cuando los voluntarios protagonizan prácticamente un motín y obligan a un nuevo juicio donde tienen que ser condenados a muerte algunos para saciar su sed de venganza.

El Consejo de Guerra, en el segundo juicio, condena a muerte a ocho estudiantes, de ellos tres fueron escogidos al azar, muestra evidente que todo era una farsa disfrazada de juicio. Apenas transcurren cuatro horas entre que firman la sentencia y la ejecutan, cortando la vida de ocho jóvenes que rondaban entre 16 y 21 años de edad.

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