Apenas 42 años tenía José Martí cuando murió el 19 de mayo de 1895. Solo 42 años para convertirse en símbolo de una nación. Si como dijera Eusebio Leal, el milagro de Félix Varela sería Cuba, ¿cuál sería el milagro de José Martí? O pudiera ser que no obró bajo leyes divinas, sino que supo, como ningún otro, comprender y unir el alma de los cubanos y proyectar la idea de la República nueva que los cubanos se debían dar.
Aquel fatídico día no parecía que iba a entrar a la historia. Martí se encontraba con Bartolomé Masó que había llegado el día anterior al campamento; en la mañana se les sumaría Máximo Gómez. Entre los tres pasaron revista a la tropa y allí el Apóstol arengaría a los soldados y habló del sacrificio personal, sin saber que horas más tarde entregaría su propia vida por la causa a la que se había consagrado.
Muchas cuartillas se han escrito sobre la participación de Martí en aquel combate, o incluso las causas de su permanencia en la Isla. Había llegado el Héroe Nacional a Cuba el 11 de abril de ese año para encabezar la lucha que organizó logrando sanar todas las heridas que la contienda de 1868 había provocado, era la Guerra Necesaria para ser definitivamente libres. En el encuentro de La Mejorana, Antonio Maceo, también apoyado por Gómez, lo convida a ir al extranjero, donde su labor sería igual de útil para la Revolución. Pero la ética martiana unida a su práctica del sacrificio personal le impedía organizar una revolución, pedir que arriesgaran la vida por una idea, mientras se encontraba a miles de kilómetros. Solo entendiendo esto es posible comprender por qué Martí se encontraba aquel 19 de mayo en la primera línea de fuego.
Los acontecimientos aquella tarde sucedieron muy rápido. El Generalísimo no quería entablar combate en una región en la que no podía maniobrar con soltura, pero no lo logra y tiene que enfrentarse a los españoles. Le ordena al Delegado que se quede atrás y se enfrasca en aniquilar al enemigo. Martí se retrasa, pero busca entrar en acción hasta que invita a Ángel de la Guardia a cargar, una avanzada española oculta en la hierba abre fuegos contra ellos y cae José Martí; tres tiros mataron al soldado que encarnaba el alma misma de la nación.
Llevaba consigo sus pocas pertenencias: un reloj, un pañuelo bordado, la escarapela que se dice había pertenecido al Padre de la Patria, una cinta azul regalada por la hija de Gómez, su carta inconclusa a Manuel Mercado devenida en testamento político, 500 pesos de los fondos entregados a la Revolución que nunca tocó para sí y poco más. Apenas hora y media de combate y ocurrió la mayor desgracia para las fuerzas cubanas.
Pero, aunque murió el hombre, no la idea, pues en sus propias palabras “la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida”. Y su obra es Cuba, es el ideal de país, de república, de ética, que ha sido y tiene por fuerza que seguir siendo guía a las generaciones de cubanos empeñados en construir un mejor país.
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Un fraterno y revolucionario saludo de paz y bendiciones desde México hasta nuestra querida República de Cuba que nos ha dado tanto. El pasado Viernes tuvimos un evento de Solidaridad con Palestina en el Instituto "José Martí" de la Ciudad de Guadalajara, capital de Jalisco. Recordamos que es un deber martiano la Solidaridad con Palestina y con Todos los Pueblos de la Tierra. Recordamos que nuestro José Martí, porque es de todas y todos los pobladores de la Patria Grande, Nuestra América, expresó: "Patria es Humanidad". Todos los días y desde hace muchos años, en Colombia y en México y en otros países decimos: "Exigimos que se termine ya el bloqueo genocida contra nuestra Amada Cuba". ¡Venceremos!. Atentamente, Fernando Acosta Riveros, Colombiano-Mexicano