Es vital recordar la historia, que cada día dice de dónde venimos y hacia dónde andamos. No hay héroes pequeños entre quienes la hicieron, sobre todo, si a la hora de escribirla, su tinta fue su propia sangre.
Bajo ese espíritu, cada año, en un barrio habanero, se recuerda y se rinde homenaje, pues tal vez su héroe pasearía por sus calles, ya anciano, de no haber dado su vida a Cuba.
Cada marzo, en la calle Francos, entre Clavel y Santa Ana, Consejo Popular Pueblo Nuevo, en Centro Habana, la organización de base No.3 de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC), rinde homenaje a Carlos Rodríguez Borbolla, esta vez, en composición reducida, debido a la actual situación epidemiológica.
Nacido el 23 de diciembre de 1923, fue el octavo hijo de un matrimonio entre un carpintero y una ama de casa. Vivió su infancia en La Habana Vieja, donde la penosa situación económica de la familia –como de muchas otras-, lo obligó a trabajar desde muy joven.
En uno de sus primeros trabajos, en una guarapera, perdió un dedo, pero no se amilanó. Se sobrepuso y fue mensajero de farmacia, vendedor de billetes de lotería, fotógrafo y cortador textil.
De su puesto de la industria textil, fue despedido por querer introducir allí un sindicato. Tras el triunfo de la Revolución, se incorporó a las Milicias Nacionales Revolucionarias, y el 6 de marzo de 1961, dejando a su esposa y dos hijas pequeñas, salió de su casa a realizar una guardia en un almacén de bobinas, ubicado en Francos, entre Clavel y Santa Marta.
En horas de la madrugada, se acercó un auto, supuestamente buscando una dirección. Al acudir a auxiliar a quienes viajaban en el vehículo, Carlos fue golpeado y apuñalado hasta la muerte. Luego, los asaltantes incendiaron el almacén.
Tenía apenas 38 años y soñaba con asistir, ese día 7, al cumpleaños de su hija mayor, Daysi.
Cada año, pioneros de la escuela de la comunidad de Pueblo Nuevo y las organizaciones del barrio, se reúnen para recordarlo. Este año, cumpliendo las medidas sanitarias para contener la COVID-19, solo unos pocos pudieron depositarle flores.
Vendrán tiempos mejores, cuando regresarán al tributo niñas y niños. Lo importante es que sigue en la memoria de sus familiares y de quienes saben sobre la relevancia de preservar la historia.
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