Parecía entonces que las hostilidades de las fuerzas insurrectas mambisas podrían comenzar en aquel diciembre del año 1893. José Martí cree llegada la hora en que las condiciones están listas para llamar al alzamiento por la independencia de Cuba y así se lo hace saber al General Máximo Gómez, en carta fechada el 28 de noviembre de 1893. Antes, el 15 de diciembre, Martí le escribe a Maceo una misiva en la cual que le hace referencia a todos los preparativos realizados desde la entrevista que sostuvieron en Costa Rica. De aquel texto sobresale una cita que se ha hecho famosa:
“Ahora sólo estas líneas le puedo poner, y la seguridad de que, lo que yo haya de hacer, ni con ligereza ni con demora será hecho. Yo no trabajo por mi fama, puesto que toda la del mundo cabe en un grano de maíz, ni por bien alguno de esta vida triste, que no tiene ya para mi satisfacción mayor que el salir de ella: trabajo para poner en vías de felicidad a los hombres que hoy viven sin ella”.
Tan estremecedoras palabras que guardan la esencia del servicio de nuestro Héroe Nacional con la Patria, confirma en su párrafo final su respeto a Mariana Grajales, la madre que supo anteponer el ejemplo de independencia o muerte a sus hijos, entre los cuales se incluyó, por derecho, José Martí y para quien tuvo palabras hermosas y sentidas de dolor en aquel artículo publicado en Patria bajo el título Mariana Maceo, en homenaje a la mujer que falleciera a los 85 años en Jamaica, un 27 de noviembre de 1893:
“¿Su marido, cuando caía por el honor de Cuba no la tuvo al lado? ¿No estuvo ella de pie, en la guerra entera, rodeada de sus hijos? ¿No animaba a sus compatriotas a pelear, y luego, cubanos o españoles curaba a los heridos? ¿No fue, sangrándole los pies, por aquellas veredas, detrás de la camilla de su hijo moribundo, hecha de ramas de árbol?... ¿No vio a su hijo levantarse de la camilla adonde perecía de cinco heridas, y con una mano sobre las entrañas desechas y la otra en la victoria, echar monta abajo, con su escolta de agonía, a sus doscientos perseguidores? Y amaba, como los mejores de su vida, los tiempos de hambre y sed, en que cada hombre que llegaba a su puerta de yaguas, podía traerle la noticia de la muerte de alguno de sus hijos”. Y el artículo termina diciendo: “Patria, en la corona que deja en la tumba de Mariana Maceo, pone una palabra: ¡Madre!”.
Es por eso que en su carta subraya el Apóstol: “Y de su gran pena de ahora ¿no ve que no le he querido hablar? Su madre ha muerto. En Patria digo lo que me sacó del corazón la noticia de su muerte: lo escribí en el ferrocarril, viniendo de agenciar el modo de que le demos algún día libre sepultura, ya que no pudo morir en su tierra libre: ese, ese oficio continuo por la idea que ella amó, es el mejor homenaje a su memoria. Vi a la anciana dos veces, y me acarició y miró como a hijo, y la recordaré con amor toda mi vida”*
Preparativos de la Guerra Necesaria

El 6 de enero de 1894, José Martí escribe a Maceo para tenerlo al tanto de las dificultades surgidas en Cayo Hueso con los fabricantes de tabaco yanquis que comienzan a importar mano de obra española, en sustitución de los tabaqueros cubanos, con el propósito de atenuar la unidad de quienes apoyaban la independencia de Cuba y afectar las bases de apoyo principales del Partido Revolucionario Cubano ante la necesidad de comenzar los preparativos de la guerra necesaria con la participación de Maceo, sin ningún atisbo de caudillismo o individualización del papel que representaría en la contienda: “…Siento en Vd. un alma hermana. No me diga lisonjero, ni que le digo esto por necesitar ahora de Vd. para llevar adelante como gloria mía esto que he desenvuelto de manera que sea la obra de todos y no pueda ser sin todos. Dígame que lo he conocido, -que vemos el porvenir con los mismos ojos y hágame sentir desde allá el calor de sus brazos”**.
Es 1894, decisivo en los preparativos de la nueva guerra, la guerra necesaria, como la calificó Martí. De ese periodo, entre enero y diciembre, se publicaron una veintena de cartas de Martí a Maceo. Incluso, algunas -según referencias del propio Martí, de cartas a Maceo y Gómez-, nunca llegaron a su destino debido a la férrea persecución del correo impuesto por el servicio de inteligencia del gobierno español, con todos los medios a su alcance para impedir el éxito de los preparativos revolucionarios.
Sin embargo, a pesar del trabajo de agentes encubiertos, la sagacidad de Martí, su grado de alerta máximo, su mirada vigilante y pensamiento agudo, logró neutralizar y minimizar tales obstáculos a la obra gigantesca que dependía de su paciencia, tenacidad, habilidad, sagacidad y firmeza. Y sobre todo, de su sinceridad y capacidad de sacrificio probado desde que sintiera su compromiso con la libertad de la Patria en la sufrida adolescencia. Así lo confirma en una carta del 8 de enero de ese año a Maceo: “…Sin compararme con Vd. en el valor, me siento uno con Vd. en la capacidad de morir con el país, y de servirle con sinceridad, y mejorarlo desde las raíces y de suprimirme y de sufrirlo todo por su servicio, -siento en Vd. un alma hermana”***.
Martí no ensalzaba, retribuía, conocía el alma de este guerrero y su capacidad de liderazgo, el compromiso probado con el destino de la independencia de Cuba. Por eso el 20 de abril de 1894, le escribe para desmontar intrigas de quienes atizan la desunión y la presencia de José Martí como principal organizador de la gesta, precisamente cuando se acercaba la hora decisiva de levantarse en armas:
“Descanse Vd. Descansen todos. Nadie ha pretendido, ni pretenderá, pasar por sobre Vd., ni por sus compañeros. Vd. es imprescindible a Cuba. Vd. es para mí…uno de los hombres más enteros y pujantes, más lúcidos y útiles de Cuba…Vd. es demasiado grande, Maceo. Y yo, que en hora necesaria dije a Vd. mismo la verdad que sentía, y a nuestra Patria le era entonces útil, yo le digo que siento por Vd. cariño entrañable, íntimo, como si hubiera…nacido en su misma cuna; que lo defendería y mantendría, en caso necesario, con más brío que a mí mismo; que aborrezco, persigo y ahogo toda injusticia e intriga; que tendré acaso mi día más feliz, cuando en Oriente, único suelo digno de nosotros, cuando en suelo cubano, pueda Vd. decir, ente los hombres que no se han de desmontar: “Un hermano este”. (…) “ Escribo con mi sangre y muero. Descanse, que jamás, mientras tenga yo mano, se prescindirá de Vd.”****
Así ocurrió el 24 de febrero de 1895. Casi tres meses después, el 6 de mayo, Maceo formó, en los campos del oriente cubano, a su tropa integrada por 2 000 hombres para saludar y vitorear a Martí y a Gómez, quienes sin desmontarse de sus cabalgaduras sostuvieron el fuerte abrazo de hermanos, unidos por la libertad de Cuba.
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