Foto: Francisco Blanco

Más allá de la contundente y simbólica victoria que David le propinó a Goliat, los acontecimientos de Girón, desencadenados en abril de 1961, portan desde entonces y todavía una lección histórica: Es posible enfrentar exitosamente, aun desde una física y material desventaja, la fuerza bruta del imperio.

Hay asimismo, un mensaje que la Cuba revolucionaria lanzó a sus adversarios: ¡Respeten!

La descomunal maquinaria bélica que se movía detrás de un ejército mercenario bien armado se estrelló contra la voluntad y los más genuinos sueños de un pueblo, dispuesto a defender sus derechos al precio de la vida misma.

Fidel con la certeza de que la invasión era inevitable confió en la victoria. Solo unos días antes de aquellos fatídicos acontecimientos, en respuesta a una pregunta del filósofo, novelista y activista político francés Jean-Paul Sartre, el líder histórico de la Revolución afirmó:

“La voluntad de resistir es nuestra mejor arma… Puede usted tener la seguridad… que nuestra resistencia contra una agresión será total y a muerte”.

Y de muy malas e ilegítimas intenciones, Girón, como dice el título de la popularísima canción de Sara, devino la victoria, una victoria con sabor a pueblo, equilibrio, libertad, derechos conquistados; una victoria-canción o canción-victoria que desde entonces con iguales sabores y los mismos y otros nuevos protagonistas, entonamos en disímiles batallas, escenarios, y que ahora mismo tomó cuerpo –como un acto de tamaña responsabilidad histórica– en una avanzadísima y justa carta magna hecha entre todos y aprobada por la mayoría, y volverá a dejarse escuchar en un gigantesco concierto de voces y almas en el tradicional festín mundial de los trabajadores, que como nadie Cuba sabe celebrar.