Vacunarme con Abdala fue más que un acto de salud. Fue reconocer la capacidad de un país que, incluso en medio de carencias, logra sostener su dignidad desde el conocimiento. Cuando recibí esa dosis, pensé en los rostros detrás del descubrimiento, en las madrugadas de ensayo, en la convicción de que no todo viene de afuera.
Entre esas figuras, el Dr. Luis Herrera Martínez tiene un lugar especial. No solo por haber sido uno de los fundadores del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) y figura clave de la biotecnología cubana, sino también por mantenerse cercano, humano, presente, junto a otros valiosos compañeros, identificando alternativas cuando mi salud lanzó señales de alerta.

A veces, en los silencios de la jornada, viene a mí el pensamiento de Fidel. No desde la nostalgia, sino desde la claridad. Fue él quien apostó por esta ciencia, por esta independencia, por un modelo que entendiera que el conocimiento no puede ser subordinado.

Y aquí está la prueba: centros que no solo investigan, sino que sanan. Que no solo producen, sino que acompañan. Como Abala, en mi caso, otros tuvieron a las Soberanas. No es una excepción.
En cada frasco, cada fórmula, cada visita médica recibida, hay una historia que va más allá de la medicina. Hay país. Hay visión. Hay futuro. Y en mi caso, agradecimiento y felicitaciones hoy para Martica y todo su gran equipo, que cumplen un nuevo aniversario de vida.


(Tomado del perfil de facebook de Eduardo Rodríguez Dávila)
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Este país es grande, de alma, de entrega y de corazón. Ahí está la ciencia para avalarlo