A las 4 y 37 pm de hoy jueves 3 de agosto recibo llamada telefónica. “¿Gabino Manguela? Es Aerovaradero. Por favor baje para entregarle paquete enviado a usted desde España. Son 454 cup.

Mientras bajaba mi escalera un cúmulo de malos pensamientos me asaltaban. ¿Y si yo hubiera estado a esa hora en mi trabajo, o en una cola, o en otro lugar cualquiera distante de mi casa? Pero no, aún mi salud me permite bajar y subir las escaleras, y por demás, estaba cómodamente sentado frente al televisor. Llegué a la acera donde me esperaba el trabajador de Aerovaradero con mi paquete.

¿Puedo revisarlo? pregunté. Me respondió que No.

¿Y cómo yo sé que lo que trae ese paquete, el 8672, es lo que me enviaron? “Bueno, no sé. Pero no puede abrirlo. Si lo abre y no hay coincidencia, entonces es responsabilidad suya. La mía es traerle el paquete, con su sello y que usted me firme este comprobante”, me dijo.

¿Pero cómo yo voy a recibir algo, pagarlo y no saber lo que trae ese algo?, respondí. “No puede abrirlo ni romper el sello”, me dijo.

Si no lo recibía en esas condiciones, me exponía a un sinnúmero de idas y venidas hasta Aerovaradero, sí, allá entre las terminales aéreas 2 y 3, en Boyeros. ¿Se imaginan? ¿Y con qué resultado? No sé.

Finalmente opté por firmar el comprobante. Escribí en las observaciones mi inconformidad. Recibí mi paquete. Subí mis escaleras y aún sin abrir el paquete, me puse a escribir esta nota.

Ojalá cuando abra mi paquete no haya incongruencia alguna entre lo que me debió llegar y lo que me llegó, lo que en nada cambiaría mi opinión sobre el mal trabajo de Aerovaradero.

(Tomado del perfil en Facebook de Gabino Manguela)

Otras informaciones:

Sobre la siembra y crianza de peces y otros animales a nivel individual