Te gastabas una hora y media en el Karl Marx delirando de la risa con Jorge Guerra, Carlos Ruiz de la Tejera y Virulo, en la época dorada de crítica social del Conjunto Nacional de Espectáculos. El Karl Marx no podía darse el lujo de estar cerrado meses enteros sin explicaciones, porque las trascendencias cuturales y políticas se agolpaban en este país, y en ese teatro, semana tras semana.

Unos años después, la gente gritaba de furor con el TOCOPAN, las tablas humanas, los juegos de básket entre Cuba y Estados Unidos en la Sala Ramón Fonst, mientras Mario Vázquez Raña bautizaba aquellos Panamericanos como "los mejores de la historia".

En el Periodo Especial más duro, un puñado de jóvenes rompían los cristales del Yara para no perderse el estreno de Fresa y Chocolate. Otro montón nos íbamos a Casa de las Américas a escuchar, de la mismísima voz de Eduardo Galeano, fragmentos enteros del Libro de los Abrazos. Otros susurraban el espíritu iconoclasta de las obras de teatro de turno. O nos citábamos en el Hurón Azul de la UNEAC para, entre chisme y chisme cultural, comprar La Gaceta, Temas, Unión, Proposiciones, Caminos. Pleno año 94, cuando Granma publicaba sus noticias en un papel que parecía arrancado de la corteza de los árboles más cercanos al Poligráfico.

En la Universidad, nos hacían leer con disciplina a Fernando Ortiz (Los factores humanos de la cubanidad) y escribir un dossier sobre nuestra identidad que abarcara desde Cintio (Lo cubano en la poesía) hasta Elías Entralgo (Perioca sociográfica de la cubanidad). Todo todito, hasta la raíz. Pa que te emocionaras.

Me asombran los asombrados por los valores identitarios perdidos. Como si la cultura naciera sola o se diera silvestre. Yo sé de los impactos de la COVID, el bloqueo, la guerra de Ucrania y el cambio climático (evado aquí el Ordenamiento Monetario, para mantener el tono sereno del post), pero el ambiente cultural cubano merece algunas devoluciones (o un movimiento que las permita, las estimule, las luche, las pelee, las ponga públicamente en cronograma). Me conformaría, para empezar, con el Karl Marx y la Moderna Poesía, esos dos símbolos imponentes de lo que hemos sido e, incluso, de lo que podríamos llegar a ser.

(Tomado del perfil en Facebook de Raúl Garcés Corra)

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