Una madre con su hijo de unos 9 años de la mano, se acercó a un niño de más o menos la misma edad y le preguntó de manera calmada, por qué le había hecho unos rasguños que este presentaba en un brazo, el infante respondió que, él no le hizo nada, a pesar de que el otro le tiró una piedra. Aquí comenzó un intercambio de acusaciones entre los niños, mientras la mujer trataba de encontrar la verdad, escuchando y haciendo preguntas a ambos.
Pasado un tiempo se acercaron al lugar una señora ya mayor y una joven que al parecer eran familiares del supuesto “agresor”. Algunos curiosos, principalmente niños, comenzaron a rodear a los protagonistas. Mientras, los pequeños continuaban culpándose entre sí. Parecía que las cosas se podían complicar, pero ocurrió lo que pocos esperaban:
La mujer que trataba de esclarecer lo sucedido con su hijo, dijo en tono suave, ya, dense las manos, ustedes son amiguitos del barrio y no deben estarse fajando, a lo que agregó la señora mayor, no solo las manos, vamos, abrácense que, además, de amiguitos, ustedes estudian en la misma escuela. Los niños se dieron las manos y se abrazaron. El grupo se dispersó y ellos a jugar.
Aquellas personas y niños humildes de este pueblo con su conducta me hicieron sentir muy feliz. La forma en que los adultos se condujeron, sin intercambiar ofensas o dejarse llevar por sentimientos afectivos que hubieran impedido cualquier entendimiento. La reacción desprovista de rencor de los niños. Fue algo hermoso.
Además, lo que presencié constituyó un mentís a los que, han tratado de construirle en las redes sociales una imagen de delincuentes y violentos a todos los que habitan en nuestros barrios humildes, donde infamemente dicen rige la ley de la selva.
Ni tiros, ni golpes, ni violencia verbal, una lección de cómo los seres humanos podemos entendernos sin acudir a la irracionalidad.
Gracias Centro Habana por la enseñanza. Estoy convencido que, muchos como los protagonistas de esta historia, viven en tus entrañas y caminan por tus calles. Tus gentes, parafraseando al maestro, no son bárbaros que todo lo confían a la fuerza y a la violencia, porque sus simientes no son de odio.
(Tomado del Facebook de Marco Velazquez Cristo)
Ver además:
La Granjita Feliz: Para la felicidad de las personas con discapacidad y su familia
Nací en Guanabacoa, he vivido en Pueblo Nuevo y Cayo Hueso en Centro Habana, hasta en el Palmar en Marianao. Nunca he tenido problemas con mis semejantes, mí hijo se crió en esos ambientes y es un hombre de bien. Se corrompe el que quiere y se deja manipular.
La formación de los niños está en nuestras manos. De esto depende su desarrollo y desenvolvimiento para la vida.
Bd ojala esta anecdota sirva de ejemplo a muchas familias hoy hay demasiada volencia y agresividad y la familia constiyuye un soporte muy importante felicidades a esa mama y a esa señora
Pues en CH.en una cola de bodega a una Sra se le olvidó pedir el último y ya llevaba 2 horas esperando no la dejaron poner y le dijeron q si no tenía capacidad q se quedará en su casa y para colmo una jovencita la empujó y le manoteo la cara q bella mi Ciudad
Eso evidencia una vez más que los valores no están perdidos,así siempre hemos sido pero es responsabilidad de nosotros los mayores inculcar estás conductas.