“Te debo un peso”, nos dicen muchas veces en diversos centros prestadores de servicios, a la hora en que debemos recibir el vuelto, cuando las dichosas cajas se ponen casi siempre de parte del vendedor y no del cliente, que se ve nuevamente esquilmado sin pudor alguno.

Imagino que por reflejo condicionado, antes de solicitar este miércoles el pan suave de 30 pesos a una vendedora particular, le pregunté con rostro suplicante - ¿Tú crees que puedas venderme un pan, es que solo tengo un billete de 500 pesos? –--“Claro que sí, y si no lo tuviera lo buscaba, aquí siempre hay vuelto”, me respondió con una sonrisa amable. Seguramente como clienta sabía el porqué de mis dudas, aunque es lo normal que debiera ocurrir en todos los lugares, pero nos hemos acostumbrado a que te digan que no tienen vuelto y no pasa nada.

Tampoco voy a tratar de convencerlo a usted de que todo lo particular ofrece un servicio de maravilla porque no es cierto, muchos han copiado lo peor del servicio estatal, pero al menos tienen vuelto, porque los motiva el interés por vender.

Y claro que no podemos continuar con unidades estatales donde reina el bostezo, que no generan ingresos ni para asegurar el salario de sus trabajadores. Si en algún sector se entiende la necesidad del cambio de la forma de gestión es en la gastronomía, aunque la mentalidad no cambia en pocas horas y algunos crean que seguirá llegando todo por la llamada canalita.

Con tantas especies de frutales que se producen en nuestro clima tropical, y resulta difícil encontrar jugo de mango hasta en su temporada productiva, porque es más fácil vender esos refrescos de chatarra enlatada a precios escalofriantes. Es como si le hubieran inoculado a los dueños de negocios el virus portador de la enfermedad que permite ganar más dinero con menos esfuerzo. Esos si hacen más con menos.

Pero si cambiar de forma de gestión significa para el cliente la subida disparatada e inmediata de los precios, no podría ser asimilado dicho cambio con entusiasmo.

La estampida de los precios que se han multiplicado varias veces más que los salarios, prácticamente de todo lo que necesitamos para vivir, obliga a pensar en la urgencia de establecer márgenes de ganancias razonables para todo tipo de concurrente y para todo tipo de mercancías. Resulta ineludible y apremiante.

(Tomado del Facebook de Jesús Álvarez López)

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