Ayer fui a comprar el pan y no había cómo darme el vuelto, una señora a la que no recuerdo haber visto me pagó los míos y no quiso, de ninguna manera, que le devolviera el dinero.
En la tarde, de camino al programa encontré un amigo y este terminó invitándome a tomar un suero en la Cafetería La Rampa del Habana Libre. Había de chocolate y dicho sea de paso, estaba muy bueno.
Ya cerca de caer la noche fui la última en subir al P-11, abarrotado ya, en la segunda parada. Delante de mí, unos estudiantes universitarios, pagaron también mi pasaje sin dejarme retribuirlo.
La vida es un campo difícil de transitar, revuelto y brutal en estos tiempos donde somos más propensos a entrar en cólera que rebosar de amor.
Sin embargo dice una amiga mía que debemos, siempre, agradecer, ya sea por la vida o por algo aparentemente tan simple como el poder ver la luz del sol, cada día.
Por eso agradezco la sucesión de acontecimientos que se agolparon sobre mi día, para cambiarlo y colmarlo de movimientos no planificados.
Y agradezco también por haberme cruzado con esas personas, algunas que no conozco pero que tuvieron a bien extender una mano incluso cuando yo no pedí ayuda.
La vida va de eso. Al menos así lo entiendo y en consecuencia con ello obro.
Tengan todos un bonito día y no dejemos de agradecer, estoy segura que hay unas cuantas razones.
Les dejo un abrazo
(Tomado del perfil de facebook de Lilian Cid)
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