Un espectáculo de luces y música antecedió, este 6 de agosto, la más grande batalla de París de estos Juegos Olímpicos. Desde bien temprano la Arena Campo de Marte había agotado sus capacidades.
Durante varias horas los asistentes a ese recinto habían disfrutado de una jornada con combates sumamente peleados, pero nadie se había movido de sus asientos. El espectáculo lumínico-músical anunciaba el momento largamente esperado, la llegada del diós de la lucha, del hombre leyenda, el inmenso Mijaín López, que a pocos días de su cumpleaños 42 iba en busca de su quinta corona olímpica, una hazaña que de concretarla, terminaría por convertirle en el Rey del Olimpo.
En el lado contrario, Yasmani Acosta, un cubano que representa a Chile, esperaba ansioso por hacerse con la doble gloria de derrotar a Mijaín, y ceñirse la corona de laureles. Pero el Gigante de Herradura no estaba dispuesto a perder, los dioses, no pueden perder, menos cuando lo que está en juego es el reinado del Olimpo, y una multitud clama por su victoria.
Mijaín se paró firme en el centro del colchón, empezó a imponer su humanidad, a ponerle las cosas "cuesta arriba" a su rival. Rápido llegó la primera pasividad en contra de Yasmani.
Mijaín tiene un punto a su favor, Yasmani se coloca boca abajo en el colchón, Mijaín cierra el agarre, logra un desbalance... casi completa el segundo. El primer período termina con ventaja de 3-0 para el Gigante de Herradura.
Llega el momento de la verdad, el segundo período. Mijaín insiste con detener al tiempo, es como si los años no hicieran mella en su anatomía. El representante de la Mayor de las Antillas sale como un tren hacia adelante, quiere dar el menor chance a su rival, obliga al árbitro a cantar una nueva pasividad a su oponente.
Yasmani reporta a tenerte sobre el colchón. Esta vez escapa sin mayores estragos. De regreso al centro del colchón Mijaín vuelve a "las andadas" haciendo retroceder a su oponente. Queda cerca de medio minuto cuando Yasmani trata de sorprender a Mijaín. El gigante aprovecha el ataque, logra un pase atrás, pone el marcador 6-0. El reloj avanza, no pasa nada nuevo. Llega el del combate. El Olimpo tiene un nuevo monarca.
Mijaín disfruta, vuelve hacer volar por los aires a Trujillo, esta vez parece tuvo tiempo de quitarse los espejuelos. El rey se quita las zapatillas con que acaba de competir. Las besa. las pone en el centro del colchón, donde aparece dibujada la llama olímpica. Es el adiós de su vida deportiva, el inicio de su reinado entre los dioses del olimpismo, y al mismo tiempo, la primera medalla de Cuba en París 2024.
Las zapatillas quedan intocables, silenciosas, como un símbolo de grandeza y humildad. Mijaín avanza, con sus pies enfundados en sus medias blancas. Cuba ya tiene su primera presea en París 2024, el oro que no podía faltar.




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Mijail, es el mejor del mundo. Muchas felicidades a ese gran hombre y a su familia.