Hace solo una semana —el pasado domingo 5 de marzo— la selección de La Habana se ciñó la corona de la Liga Nacional Sub-13 de Fútbol, luego de derrotar en tanda de penales a su similar de Guantánamo.
También un domingo —el ya lejano 15 de enero— los capitalinos habían ganado el boleto a la discusión del cetro tras vencer a Villa Clara en el choque de vuelta con marcador de 2-1 en territorio villaclareño (en el de ida ambos elencos igualaron 1-1).
Con ese resultado, y con par de triunfos en semifinales de Guantánamo ante Sancti Spíritus, la escena quedó lista para que la finalísima se celebrara en el propio enero: el 22 se jugaría en La Polar y el 29 la sede sería el campo Roberto Mora, de la oriental ciudad guantanamera.
Por razones explicables y no siempre entendibles —aunque lamentables e irremediablemente aceptables— la esperada disputa por el título nacional de esa importante categoría tuvo que esperar casi mes y medio para realizarse.
Como ya es sabido, para beneplácito de los seguidores del más universal de los deportes en la principal urbe cubana, la escuadra giraldilla se alzó con la medalla de oro.
Tras un empate 2-2 en el resultado global —pues La Habana ganó en La Polar 1-0 y los del Guaso se impusieron 2-1 cuando fueron anfitriones— el peleado duelo se decidió desde el punto de penal a favor de los de la capital: 8 goles por 7.
Por si fuera poco, el cuadro de honor de la justa tuvo un curioso parecido al de la Copa del Mundo de Qatar, al menos en cómo se distribuyeron los galardones. Como el monarca Argentina, La Habana acaparó varios premios individuales, de aquí fue el mejor portero (Richard Kelly Hernández), el jugador más valioso (Yan
Carlos García Aliaga) y el mejor entrenador (Víctor Luis Pedroso), mientras que el líder goleador fue de Guantánamo (René Gabriel Pérez).
Ojalá esta vez el deleite por el triunfo sea embriagador, para que predomine en los muchachos —y en el magnífico cuerpo técnico del equipo— el dulce sabor de la victoria como estímulo ideal para seguir amando a este maravilloso deporte en su estado más puro.
Ojalá pase al olvido la irrespetuosa postergación prolongada y otros “inconvenientes” demasiado constantes y comunes en esta y cualquier otra categoría, incluyendo la de mayores.
La buena noticia es que el fútbol habanero —y cubano— gozan de buena salud. Con pasión, talento y amor se mueve la blanquinegra, rebasa barreras medianas, busca anidar en las redes del éxito.
De un lado, —en las canchas y en las calles— pugnan desnudos y unidos el virtuosismo y las ganas. Del otro lado, sobre los burós de oficinas opacas se agrupan agendas cuya meta es “cumplir”.
Año tras año se transitan los mismos caminos baldíos.
De un lado, desandan enamorados jugadores, estrategas, árbitros... Del otro lado, andan felices y satisfechos los burócratas “cumplidores”. No se atreven, no innovan… La palabra “iniciativa” se lee mal desde la cómoda silla, desde allí —comentan— parece que dice “amenaza”. Es grande la miopía inducida… no tiene cura.
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