Por estos días, el mundo parece estar pendientes, como nunca antes, del destino de un balón. Millones de ojos siguen al unísono los rumbos de la esférica, no importa si va por el aire, o rueda a raz de tierra. En los pechos, un grito se mantiene latente, desesperado por salir, hasta que, por fin, en medio de un mar de rostros llenos de emociones contrariadas, nace, como avalancha, el grito de Gooooooooooooooolllllllll.

Algunas veces, tras la celebración, no pasa nada más, y el juego sigue. Otras veces, el VAR toma cartas en el asunto, y toca entonces decidir, en breves momentos, si se anula, o no, la diana recién lograda. La decisión que tomen, generará, a no dudarlo, no pocos comentarios, al igual que la generan todas aquellas acciones que los imparciales toman durante un partido, puedan o no, llevar consigo un penal, una tarjeta amarilla, o la expulsión de un jugador. Decisiones que, más o menos acertadas, marcarán el rumbo de un partido.

Toca a los árbitros y jueces, en cualquier deporte, mantenerse atentos a todo detalle, para poder cumplir, con total justicia, la función para la cual han sido convocados. Siempre habrá errores, y esos, lamentablemente, son los que suelen perdurar en el tiempo, aunque también, habrán actuaciones que nunca serán borradas de la memoria.

Una de esas actuacines que han quedado grabadas en el “ADN” deportivo de los cubanos –lo hayamos visto o no-, fue la protagonizada por el árbitro habanero Amado Maestri, quien fue un ejemplo de incorruptibilidad en el terreno de juego, donde no admitía presiones de ningún tipo. Par Maestri, lo más importante era, sin importar el nombre de quien tuviese enfrente, hacer cumplir el reglamento.

Quizás la acción que más impactó a los aficionados, entre las varias oportunidades en que debió enfrentar presiones para que cambiara una decisión, fue la posición asumida el 4 de diciembre de 1955. En esa fecha, mientras Maestri arbitraba en el Latinoamericano, -en aquel entonces Gran Stadium del Cerro-, un grupo de estudiantes se lanzó al terreno para protestar contra la tiranía existente en ese momento. Maestri no lo pensó para impedir que los esbirros de la tiranía propinaran una paliza a los estudiantes.

Esas acciones llevaron a que, mediante la resolución 24 del 2001, del Instituto Nacional de Deportes,
Educación Física y Recreación (INDER), quedase instituido el 4 de diciembre como el Día del Árbitro Cubano. De ahí que hoy felicitemos a esos hombres y mujeres que, sin buscar protagonismo, son parte fundamental de cuánta competencia deportiva se realiza, donde siempre, más importante que imponer, es poner orden, algo que solo se logra cuando se es, por sobre todas las cosas, imparcial a la hora de impartir justicia.

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