Apenas llegué a la pista de la Universidad de Ciencias de la Cultura Física y el Deporte Manuel Fajardo, pude divisarla, jabalina en mano, rodeada por niños que como ella, son amantes del atletismo. A su lado varias glorias del deporte, entre las que destacaban el bicampeón olímpico Alberto Juantorena, la “tormenta del Caribe”, Ana Fidelia Quirós y Joel Lamela.
Mas, esta vez María Caridad Colón no iba a lanzar la jabalina, como hiciera en Moscú 80, cuando se convirtió en la primera latinoamericana en subir a lo más alto de un podio olímpico, sino que venía a transmitir, como parte del proyecto Golondrinas Doradas, sus experiencias a varios niños y niñas que, como ella, son amantes del deporte rey. Sin embargo, antes habrían de sembrar un cedro en áreas de la pista de atletismo –octavo que se planta en esa casa de altos estudios-, apoyando así la Tarea vida.

Momentos después, mientras los noveles atletas de dividían en diferentes grupos para comenzar sus calentamientos, pudimos conversar con María Caridad, quien aún sostenía en sus manos una jabalina, como recordando aquellas pertenecientes a la marca Golondrina con que ella entrenaba.
De esa forma pudimos conocer que el Proyecto surgió a partir del llamado realizado por la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) de vincular el deporte con el medio ambiente, motivo por el cual, aprovechando que en la Escuela Primaria Alfredo Miguel Aguayo, en Santos Suárez, Diez de Octubre, existe un círculo de Medio Ambiente, decidió vincularlo a la actividad deportiva, en especial el atletismo. Así, cada vez que realizan una actividad deportiva o recreativa, siembran un árbol o hacen otra actividad en favor del medio ambiente.
Al preguntarle los deportes que tiene vinculados, comenta que el atletismo, el cual “es mi pasión”, y agrega que inició con el proyecto a finales de la década de los 90 del pasado siglo.
Le miro nuevamente a las manos y le pregunto si van a utilizar hoy, aunque sea de forma simbólica, alguna de aquellas golondrinas que ella hacía volar, lejos, lejos, lejos. Lamentablemente, la respuesta es no. “Yo tengo una en la casa. No la traje porque ya no se usa, pero que el proyecto tenga ese nombre, es producto a que nosotros entrenábamos con las jabalinas soviéticas. Pero de todas formas hoy, aquí, va a realizarse lanzamiento de jabalinas, y los más pequeños, van a lanzar pelotas”.
“Nosotros lo que buscamos es que se motiven por el atletismo, y en este caso, por el lanzamiento. En eso estamos trabajando”. Aquí hoy hay niños hasta 12 años, que son los que van a lanzar pelotas, y otros de 13-14 y 15-16, -compitieron en lanzamiento de la jabalina, el disco y el martillo-, que se están eliminando para hacer el equipo de La Habana a los Juegos Escolares”.

Poco después de terminar la entrevista, comenzó una lluvia de “disparos”. Eran pelotas que llegaban, en no pocos casos, hasta donde uno estaba, no era capaz de imaginar que podían ser enviadas por aquellos pequeñines.
Se llevó de forma rigurosa el arbitraje, señalando a cada atleta que cometía una falta, cual había sido la violación cometida. Con igual transparencia se procedió a tomar, lienza en mano, las mediciones de los envíos que eran decretados como válidos. Sin embargo, más allá de saber quién terminaba primero, y quien segundo, a ellos les importaba el poder competir, medirse a sí mismo.
Los que sí se exigieron más a sí mismos fueron los “especialistas” de la jabalina, el disco y el martillo, toda vez que ellos se encontraban en la segunda fase de la eliminación con vistas a formar parte del equipo de la capital que este año intervendrá en los Juegos Escolares.
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