Nunca antes en la historia de nuestros campeonatos domésticos los aficionados han tenido un papel tan protagónico en el resultado de un equipo de béisbol. Las nuevas tecnologías y la aparición de las redes sociales han permitido un vínculo de la fanaticada con los atletas que jamás se había podido lograr en el pasado.
Tener a sus ídolos al alcance de un clic y la oportunidad de poder entrar en sus perfiles personales, de conocer sus gustos y hasta sus vida privadas, es todo un privilegio para los fieles que los admiran por el accionar en el terreno de pelota.
Después de los resultados que han obtenido los Industriales en esta campaña, donde la obtención del boleto para entrar a la tierra prometida de la postemporada parece cuestión de tiempo, las relaciones con sus fans están en el mejor momento y esto crea un círculo vicioso que los motiva a continuar crecidos en el terreno de juego.
Múltiples grupos y páginas en redes sociales que los vitorean a diario e interactúan con ellos, peñas deportivas que organizan actividades y les hacen regalos a los jugadores más valiosos de cada desafío, como la muy activa Leones de la Universidad de la Habana, son solo algunos ejemplos.
Otras iniciativas que incluyen trasladarse en ómnibus hasta otras provincias para brindarles su apoyo en medio de fanaticadas hostiles, son también ejemplos del papel tan importante que tienen en estos tiempos los aficionados.
Claro que esto es un arma de doble filo. El escenario virtual es propicio para ataques, ofensas, y todo tipo de opiniones negativas que pueden afectarlos emocionalmente y hacer mella en sus rendimientos individuales. Pero como ocurre en todos los ámbitos de la vida, nuestros atletas tienen que saber discernir y beber solo de las fuentes no contaminadas que puedan aportarles algo positivo, y aprender a deshojar las críticas para encontrar dentro fuerzas que los impulsen a alcanzar sus objetivos.
El béisbol es un deporte muy complejo. En Cuba, a pesar de la caída cualitativa que ha tenido nuestra Serie Nacional, por motivos que van desde las emigraciones hasta las crisis económicas, la gente continúa siguiéndolo a diario, llenando estadios, y sobre todo proponiendo estrategias. Ahora todo esto se exacerba porque pueden hacerlo desde sus casas y tienen la seguridad de que la mayoría de los atletas podrán leer sus opiniones.
Por eso, sin descuidar esa gracia cubana que tenemos para “discutir de pelota”, parte clave para el nombramiento de Patrimonio Cultural a nuestro deporte nacional, hay que tener cuidado si de verdad quieren y aman a ese equipo tan grande de las letras góticas en el pecho. Nos vemos en el estadio.
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