Cuando se efectúe la tercera jornada de la fase inicial de la IV Liga Nacional de Fútbol Sala –el venidero jueves– la selección de La Habana enfrentará a su similar de Artemisa en la Sala Ramón Fonst con el propósito de mantener su posición privilegiada en el grupo A, además de su condición de invicta.

En sus dos salidas anteriores los actuales líderes de esa llave consiguieron salir airosos: el día inaugural superaron ampliamente a Pinar del Río con pizarra 7-0 y hace solo unos días –en la segunda fecha– lograron imponerse a Industriales con estrecho marcador para esta disciplina de tres goles por uno.

El partido entre las dos escuadras que representan a la capital en este certamen tuvo un elevado nivel técnico-táctico y las emociones –tal como se esperaba– fueron una constante expresada en el graderío de la abarrotada sala polideportiva de esta ciudad maravillosa.

Por desgracia, no solo fue notable la estrechez en la poca diferencia de anotaciones entre un equipo y otro al concluir el choque, pues también se hizo evidente en el uniforme de Industriales, que en varios de sus jugadores era fácil percibir cuán ajustados les quedaban.

¿La causa…? Detalles más o detalles menos porque los dos conjuntos recibieron uniformes azules antes de comenzar esta lid y, al parecer, no se tuvo en cuenta que en algún partido los dos serían rivales y es inaceptable –al menos a este nivel– la presencia de dos elencos vestidos del mismo color al enfrentarse entre sí.

¿La solución…? Vestir de rojo a uno de los dos contrincantes, pero no con cualquier uniforme, sino con el que honrosamente usó, hace menos de un mes, la selección femenina de fútbol en la oncena versión del campeonato sub-20 de la Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Fútbol –concacaf–.
Alarmado por la irregularidad este redactor también pudo constatar, a través de diversas fuentes, que los atletas no tuvieron el almuerzo correspondiente de la jornada, lo cual también clasifica entre lo irrespetuoso y lo imperdonable.

Como es sabido, son precisamente los futbolistas de sala nacidos en la mayor urbe de Cuba quienes en su mayoría han contribuido a los buenos resultados del futsal en eventos internacionales. Su competitividad está más que demostrada durante años, pero –sin duda– la meta de sobresalir más, dentro o fuera de nuestras fronteras, de modo invariable se verá limitada o anulada si el apoyo que merecen esos jugadores competitivos depende de actuaciones o decisiones a todas luces marcadas con la triste y siempre nociva huella de la incompetencia.

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