La medalla de bronce alcanzada por el equipo cubano en el torneo beisbolero de los I Juegos Panamericanos Junior Cali-Valle 2021 le ha dejado una sensación reconfortante a la mayoría de los seguidores de este deporte, declarado Patrimonio Cultural de la Nación hace poco más de un mes.
No es para nada una posición conformista después que se han acostumbrado a ver a nuestras selecciones nacionales durante mucho tiempo aspirar el polvo de la derrota en las arenas foráneas, ni padecen de una amnesia transitoria cuando parece que han olvidado aquellas supremacías que un día logramos tener en todas las categorías en competencia.
Esa medalla bronceada que alcanzó la tropa antillana de Eriel Sánchez es meritoria, más allá de los “peros” y los asteriscos que quiera sacar a relucir la exigente fanaticada que se mueve alrededor de nuestro pasatiempo favorito.
No se puede catalogar de otra forma cuando ese grupo de jóvenes logró salir vencedor en tres de los cinco desafíos que tuvieron por aquellas tierras, a pesar de llevar sus equipajes cargados con múltiples agravantes que vaticinaban un resultado desastroso.
No podemos pedirle más a una escuadra que en primer lugar ha sufrido emigraciones de varios de sus mejores atletas, que cuenta en sus filas con peloteros muy talentosos pero que apenas han jugado en la Serie Nacional, que no han podido tener un campeonato de su categoría desde hace dos años por el impacto de la pandemia, y que llegan con esa edad al máximo nivel con pocos partidos de béisbol acumulados, algo que mella su oficio y sus habilidades para realizar con efectividad las tareas en situaciones específicas de juego.
A todo eso hay que agregarle los problemas económicos que golpean al país que no permiten en muchas ocasiones estar al día con los avances de la ciencia y el desarrollo tecnológico, vital en estos tiempos para elevar el nivel de este deporte.
Por todo eso y otros etcéteras, objetivos y subjetivos, que sobrevuelan a nuestros atletas y que no caben en el espacio disponible para este comentario, es que tenemos que aplaudir a esos muchachos por haber alcanzado un lugar en el podio, algo que no sucedía desde hace dos años, cuando un equipo Cuba de la categoría sub 12, se hizo también de una medalla de bronce en un campeonato mundial.
Pero la mayor moraleja que podemos sacar de esta historia es que siempre, aun en medio de tiempos tormentosos, los buenos peloteros continuarán saliendo de los placeres y los parques como ha sucedido desde el mismo nacimiento de nuestra nación cubana. Nos vemos en el estadio.
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