Hay noticias que llegan de pronto, te sacuden, y dejan aturdido por un tiempo, como si uno hubiese recibido un mazazo en plena cabeza. Una de ellas fue la muerte del Árbitro Internacional de Ajedrez Isbel Herrera del Sol, noticia publicada por el sitio digital JIT el 17 de julio.
A él, nunca lo llegué a conocer personalmente, sin embargo, el mundo digital me permitió acercarme a su quehacer como promotor del ajedrez en Cuba, y gracias a los datos que me proporcionaba por el correo, darle cobertura a varios torneos universitarios celebrados en la Mayor de las Antillas.
De esa forma, descubrí al hombre que es (nunca podré decir era) todo pasión en 64 secuencias de una eterna primavera. Poco a poco me mostró que el ajedrez universitario tiene una fuerza tremenda, y cómo en la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), ese deporte levanta pasiones. En más de una ocasión le dije, esta vez voy a ir a la universidad, a cubrir el torneo de cerca, como debe ser, pero la lejanía de ese centro de altos estudios, los problemas con el transporte, y un tanto la comodidad de contar en la pantalla de la computadora con cuánto necesitaba para darle seguimiento a los torneos que allí él organizaba, hicieron nunca cumpliera con mi promesa.
Esta etapa de coronavirus obligó a buscar otras formas de hacer, a centrarnos más en las redes digitales, a trabajar a distancia, y la UCI se volvió cada vez más lejana, inaccesible. La noticia de su fallecimiento, en este tiempo de COVID-19, fue algo inesperado. La muerte se llevó consigo al hombre que nacido en Matanzas, dedicó buena parte de su vida a trabajar en La Habana, y a su amada Cátedra Honorífica Remberto Fernández, en la UCI. Desde su función como presidente de esa cátedra, batalló incansablemente porque el ajedrez universitario estuviese presente en todos los rincones de nuestra Isla.
Tanto fue el quehacer de Herrera del Sol en la preparación de disímiles torneos, que logró alcanzar, de forma merecida, la condición de Organizador Internacional, logro que, como en otras ocasiones festejamos mediante el correo electrónico.
Ahora, me queda el pesar de nunca haberle conocido personalmente, y el agradecimiento por mantenerme informado de cuanto acontecía en materia de ajedrez en disímiles torneos. De él guardo su amabilidad para aclararme, en más de una oportunidad, diversas dudas sobre este apasionante deporte, donde las emociones se mantienen en silencio, y el grito de victoria se expresa en un estrechón de manos. Para algunos, pudiera parecer que es el adiós del Sol, para mí, se trata de una partida sellada, donde la próxima jugada habrá de ser cumplir con mi promesa, de un día cubrir, de forma presencial, un torneo de ajedrez en la UCI.
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Grata manera de recordarlo, Oscar!
Escribo mucho tiempo después, después de haber comenzado a entender que mi hermano primero y amigo después, no está. Gracias a todos por el afecto y el cariño. EPD